Los insultos a Cándido Conde Pumpido en la calle, el enfado del fiscal y la pasividad de sus escoltas

Una calle céntrica de Madrid. Poco antes de las 14:30 horas. El Fiscal General del Estado se dirige a un restaurante para el almuerzo. Un chico joven al volante de su coche, al verle, baja su ventanilla como para decirle algo. El Fiscal se acerca.

-- Has metido a ETA-Batasuna en las instituciones para que se coman nuestros impuestos y maten ciudadanos. ¡Sinvergüenza!

Conde Pumpido tuerce el gesto. Parece ponerse frenético:

-- ¡Hábleme de usted y téngame respeto!

El incidente acaba ahí, mientras los escoltas se mantienen al margen del asunto. Da la sensación de que están acostumbrados a este tipo de situaciones. Al transeúnte que contempla la escena le da la impresión de que ellos piensan: “Donde las dan, las toman”.

El Fiscal del Estado entra a continuación en el Restaurante Ainhoa. Los camareros le notan crispado. Pero todo se calma cuando llega la hora de la comida. ¿Con cargo a todos los españoles?

Otro miembro de la Policía, que estaba en un lugar cercano, saluda a sus compañeros. “No lleva buena cara vuestro jefe…”. “Es que, una vez más, le han insultado… Pero él se fuma un puro”.

 

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