Un número de Persona y Derecho muy especial

La revista, publicada por la Universidad de Navarra, aborda en su último número la vulnerabilidad y la necesidad de proteger la dignidad de los más necesitados

"No hay nada mejor para curar el orgullo que repasar cómo hemos llegado hasta aquí"
"No hay nada mejor para curar el orgullo que repasar cómo hemos llegado hasta aquí"

Es curioso lo que ocurre en el panorama académico español: apenas se encuentran profesores que miren con benevolencia los criterios de acreditación, pero no parece que los gestores de la calidad de la docencia universitaria vayan a modificar la regulación actual. El caso del rector de Salamanca, que supuestamente habría operado fraudulentamente para mejorar su reputación científica, constituye la última apoteosis del absurdo.

Desde que murieron aquellos que mantenían el bastión del positivismo científico, se sabe que la evolución del saber es poco predecible. Basta con echar un vistazo a la historia de nuestros descubrimientos para percatarnos de que bien podríamos haber sucumbido a los disparates. Que estemos surcando la luna o hablando con ordenadores es tan extraordinario que no tenemos derecho a mirar con desdén la prehistoria.

De este modo, no hay nada mejor para curar el orgullo que repasar cómo hemos llegado hasta aquí. Nos daremos así cuenta de que es completamente acertado lo que ese histrión anárquico, pero inteligente, que era P. Feyebarend explicaba en uno de los libros más importantes de los últimos siglos: que, en la ciencia, no hay método ni reglas. Y sí mucho azar.

Tanto quienes pertenecemos a la academia como los que frecuentan sus aledaños sabemos que hay artículos muy citados que nadie lee y estudiosos con pocas acreditaciones que pasarán a la historia. Tampoco desconocemos que los sellos de calidad tienen en cuenta criterios a los que quizá la ciencia más superficial o frívola puede adaptarse, pero que son completamente ajenos a algo más sublime: la sabiduría.

“Tanto quienes pertenecemos a la academia como los que frecuentan sus aledaños sabemos que hay artículos muy citados que nadie lee y estudiosos con pocas acreditaciones que pasarán a la historia”

He oído comentar en muchas ocasiones que, en efecto, si aplicáramos los rigores de hoy, posiblemente Heidegger no hubiera llegado a ocupar su cátedra en Friburgo. Tampoco Feynman habría podido aparecer por el Instituto de Tecnología de California (Caltech). Los profesores con galones de hoy tienen CV’s que harían sonrojar a las figuras prominentes de su disciplina. Si el impacto de un artículo se mide por el número de citas o de descargas, creo que lo más idóneo para hacer carrera académica sería adoptar las estrategias de los influencers.

Sin ir más lejos, pienso en algunas de las revistas más importantes de mi área, la filosofía jurídica. A diferencia de lo que sucede hoy, que apenas se conocen fuera de los campus, antes muchas estaban a disposición del gran público. En este sentido, hace unos días, presentamos en la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense uno de los últimos números de Persona y Derecho, fundada por Javier Hervada en cuyas obras muchos aprendimos a descifrar la esencia jurídica.

Yo conocí la revista cuando andaba en mi primer año de carrera y leía con interés sus números, pues se ocupaban de fenómenos no tan especializados como los que hoy abordan las publicaciones científicas. Quiero decir que, a mi juicio, por ejemplo, Revista de Occidente tiene seguramente más impacto que un journal de nombre impronunciable, sea cual sea el cuartil que ocupe. Algo similar ocurre con Persona y Derecho, que hoy dirige Ángela Aparisi ayudada por Pilar Zambrano, y asesorada por un comité lleno de grandes espadas de la filosofía práctica.

El acto tuvo lugar en la Complutense y contó con la presencia de las autoridades académicas, entre ellas José María Coello de Portugal, vicerrector de la UCM, y Mercedes Galán, decana de derecho en Navarra. Acompañados de amigos -vicedecanos, alumnos, doctorandos y numeroso público- se fraguó una amistad entre dos instituciones con mucha pasión por humanizar el derecho y ofrecer a los alumnos algo más que un título.

 

“Tanto quienes pertenecemos a la academia como los que frecuentan sus aledaños sabemos que hay artículos muy citados que nadie lee y estudiosos con pocas acreditaciones que pasarán a la historia”

Se puso de manifiesto, además, cómo el área de filosofía del derecho de la Complutense, de la mano de la profesora Martínez-Sicluna y la directora del departamento, Ana Gemma López Martín- se ha transformado completamente gracias a una intensa investigación y una excelente labor docente.

Pero lo importante no es solo la amistad entre dos instituciones prestigiosas y punteras en lo jurídico. Tampoco la organización del evento, que transcurrió con normalidad gracias, especialmente, al siempre servicial Roberto Rosino. Lo significativo es el contenido del número, dedicado por completo a la cuestión de la vulnerabilidad y la ética del cuidado.

En todas las colaboraciones -muchas y muy buenas, como las de Francesc Torralba, Martínez-Sicluna, Benedetta Saponaro, Sonia Calaza, Olaya Godoy, Ignacio Álvarez, Paloma Durán, o Vicente Bellver- se pone de manifiesto algo que esta relevante publicación lleva en su propio ADN: que ni el derecho ni la reflexión académica pueden dar la espalda a la dignidad del ser humano. Velar por su defensa significa tener en cuenta sus rasgos y no soslayar su naturaleza. Precisamente, entre los vulnerables y los necesitados es donde esta última más resplandece.

La desnudez ontológica constituye el escenario en el que despliega nuestra verdad más íntima, más misteriosa o imperecedera. No sé si las contribuciones del número serán citadas o si aumentará el impacto de la revista, pero respondo de la calidad y profundidad de todas. Estamos ante un número coral, interdisciplinar y marcado por la internacionalización, no dirigido a ese público abstracto y vacío de la academia, sino a cualquier persona inquieta.

Aunque es una corriente filosófica muy específica, en realidad la ética del cuidado no hace más que apuntar valores y actitudes que la moral más formalista había desatendido. Como la revista Persona y Derecho, todos hemos de contrarrestar esas tendencias disgregadoras que, bajo concepciones espurias de lo jurídico, lo ético o lo político, tienden a olvidar que o nos encargamos de que la persona ocupe el centro del debate o esas realidades se transformarán, desgraciadamente, en instrumentos para disfrazar las asechanzas del poder, el dinero o las corruptelas. Los que más sufren no pueden permitirse que nos deslicemos impunemente por la pendiente de la deshumanización, pues las consecuencias serían desastrosas.

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