Carta a mi país

Querida España:

Con gran tristeza te escribo a ti porque no deseo señalar a ninguno de los partidos políticos que conforman tu ser actual ya que, unos por acción y otros por omisión, han permitido las heridas que acabarán desangrando tu ser de Nación, País, Patria, de todos los españoles. Pienso en las heridas de tus autonomías por donde se derraman tus riquezas y tu unidad, y la unidad es vida, muerte la disgregación.

Me apeno ante ese hincar, hurgar y remover el dedo del rencor en una memoria histórica que se empeña en no comprender, no perdonar, no olvidar la tragedia de tu horrible guerra civil, una herida ya curada. Me aterra la desacralización de tu sociedad que ha perdido el Norte de sus valores, porque lo natural -la Ley natural- se apoya en lo sagrado siempre, y si este se pierde el otro se viene abajo, convirtiendo el bien o el mal en conceptos individuales y relativos, reemplazando a un Dios Padre por el "becerro de oro" del poder a cualquier precio. Me indigno ante el atropello de tu institución familiar, de tus familias, unión por amor de un hombre y una mujer para siempre, amor capaz de engendrar hijos y educarlos conformando así una célula fundamental para la salud del cuerpo social de cualquier nación. Me rebelo ante la perdida de tu autoridad, en especial de la autoridad de tus maestros -inermes ante un alumnado cada día más embrutecido- y sus graves consecuencias en la calidad de una enseñanza que se diluye en un vacío preocupante producido por la destrucción de la formación integral de la persona. Me asombro ante tus gobernantes que pretenden dirigir a personas con un total desconocimiento de lo que es la condición humana, "operando tu cuerpo social sin tener la más remota idea de medicina o cirugía".

Me avergüenzo ante tu falta de músculo en la política exterior permitiendo que nos atropellen por los cuadros costados de nuestra piel de toro; si ya hasta los de Gibraltar, los llanitos, hacen puntería con tu bandera... Y así podría seguir con una larga lista de errores, sinsentidos y "contradios". He intentado no verlos, justificarlos, engañarme, pero ya no puedo más y,  al llegar al punto en que mi país, Tú, aprueba una ley que permite matar a tus hijos en el seno de unas madres que apenas tienen 16 años, he tirado la toalla. Un país que mata a sus hijos es un país enfermo, degradado, agonizante. Y la puntilla final es que: ¡eres propiedad del viento, dueño de este mundo!?... Contra toda esperanza seguiré esperando solo porque eres tierra de Santa María, y lo que tus hombres no pueden, Ella si puede. Con esta inquebrantable esperanza me despido de ti. 

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