Eurobonos, ¿la solución a nuestros problemas?

El 9 de mayo de 1950 Robert Schuman pronunciaba el discurso que supondría el primer paso para la creación de la actual Unión Europea. Ese día y en esa declaración, Schuman dejaba claro que más Europa implica más cesión de soberanía nacional por parte de los estados. “Europa no se hará de una vez ni en una obra de conjunto: se hará gracias a realizaciones concretas, que creen en primer lugar una solidaridad de hecho”.

Hoy más que nunca retumba en nuestras cabezas aquella idea de solidaridad y lo hace por un contexto económico difícil, complicado y que supone un gran desafío a la Unión Europea. Una solidaridad que se ha convertido en uno de los aspectos que, lógicamente, genera más recelo entre los diferentes gobiernos europeos.

En Europa atravesamos una situación financiera delicada derivada de una crisis económica de magnitudes mastodónticas y ante la que hacen falta soluciones. Existe un dilema dentro de la Unión Europea entre solidaridad y riesgo de debilitamiento de los incentivos a los países europeos para mantener políticas fiscales creíbles y sostenibles.

Para algunos expertos una de las soluciones más viables son los Eurobonos, instrumentos financieros que funcionan a modo de títulos de deuda respaldados por todos los países miembros de la zona euro. De crearse, desaparecerían las emisiones de deuda de cada estado miembro y las primas de riesgo. Posiblemente, lo que sucedería es que se compararía el bono europeo a 10 años con el bono de Estados Unidos.

Las ventajas que podrían aportar la teoría de los Eurobonos son numerosas. Se aumentaría la liquidez y se reducirían los costes financieros. Algunos bancos centrales asiáticos sólo compran bonos alemanes o franceses. Los expertos lo calculan en unos 30 puntos básicos de rebaja como premio por liquidez.

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El mercado de deuda soberana del conjunto de la Unión Europea sería cercano al del propio Tesoro americano, lo que aumenta la liquidez de los mercados secundarios. Sin olvidar que aumentaría la supervisión bancaria y mejoraría la disciplina fiscal que derivaría en abaratamiento del endeudamiento.

Como estamos viendo los beneficios serían interesantes, los países con altos porcentajes de deuda respecto al Producto Nacional Bruto (PNB), tendrían altos incentivos para ajustarse fiscalmente, lo que evitaría futuras situaciones de crisis de deuda soberana.

El problema, según muchos analistas, es que la emisión nacional solo se podría colocar a intereses altísimos, lo que obligaría a buena parte de la zona euro a pedir ayuda internacional. La deuda nacional, además, quedaría estigmatizada.

Debemos dejar bien claro que a pesar de las aparentes ventajas que pudieran derivar de los Eurobonos, éstos no pueden ser vistos como la panacea a la crisis de deuda de la eurozona. Algunos autores como Richard Milne, del Financial Times, señalan que la introducción de Eurobonos con la actual situación de crisis severa en que se encuentra Europa sólo conseguiría agravar aún más la situación.

Falta una apropiada unidad de mando y criterio económico dentro de la Unión Europea y se ha perdido legitimidad popular en algunos países. Con lo que, una emisión acelerada de Eurobonos no acabaría con los males que acechan a las finanzas y no conseguiría otra cosa más que aumentar la falta de credibilidad de las instituciones.

Como decíamos al principio, la solidaridad es una de las claves de este asunto. Países como Alemania se muestran reticentes a emitir su deuda junto a países como Italia, Chipre o Eslovaquia. El electorado alemán se ha mostrado siempre muy contrario a financiar el rescate de las economías periféricas. Los ciudadanos alemanes sienten que su país soportaría un sobrecoste financiero y con ello ayudaría a pagar el coste de la fiesta económica que los países periféricos han vivido durante los últimos años.

Dicho esto, debemos perseguir aquella voluntad europeísta que Robert Schuman, Konrad Adenauer, Jean Monnet y Alcide De Gasperi abanderaron en su momento pensando en el conjunto de la Unión y dejando al margen los intereses nacionales cediendo un poco de soberanía nacional.

En este sentido, España como país periférico debería dejar de ser un factor de incertidumbre en la Europa del euro para volver a integrarse en el eje del sistema.

La incertidumbre que rodea al proyecto de integración europea, la escasez de financiación y la desconfianza actuales requieren actuaciones muy decididas, claras y simultáneas en la consolidación fiscal, en la flexibilidad y en la competitividad de las economías de estos países periféricos. Corresponde a cada país, pero también a las instituciones europeas, trabajar decididamente para superar estas limitaciones. Un debate abierto sobre estas materias en este momento es, por tanto, fundamental.

La realidad es que el reloj sigue corriendo y el tiempo de los países miembros de la Unión Europea se empieza a agotar. Ahora más que nunca se hacen imprescindibles medidas de calado que ayuden a reinstaurar la estabilidad financiera y fiscal en Europa. Los Eurobonos podrían ser un primer paso pero, efectivamente, ello tendría que venir acompañado de más reformas que mejoren la situación económica y permitan gestionar eficazmente situaciones límite como la actual y en este sentido el Banco Central Europeo tiene mucho que decir.