Fiestas y catetos

Que Dios nos perdone; pero los catetos afean las celebraciones. No queremos herirlos, aunque una de las obras buenas es enseñar a los que no saben tener buen gusto, al menos avisar con dulzura a los que no se percatan del ridículo que por ello ocasionan.

Ahora que llega la Navidad y se motivan las emociones no debemos abusar y hacer mal trato de éstas. ¿Qué como se consigue esta virtud? Pues estando atento y con ello hacemos guerra a los de pereza mental.

Pongamos algunos ejemplos que encajan como anillo al dedo: los catetos ricos estarían más guapos si no se aventuraran en lo que imponen de horrible estética, que es la de salir de reinas magas en la Cabalgatas de Reyes, que los niños no son tan tontos para percatarse de ello, y no pocos se hacen los socarrones con tal de recibir regalos. Pues bien, ¿Qué brillante ilusión puede guardar la infancia ante tan bochornosas mamarrachadas?

Otras de las monerías desgraciadas al uso actual es el de rebosar los balcones de papás noeles que cuelgan como ristras de ajos tal como si hubieran parido las bisabuelas abuelitos tan rojos y repetidos, y lo malo es que tamañas catetadas se proliferan hasta por las calles principales de la capital de España.

Una idea muy buena ha tenido el cura párroco de Los Palacios, un bello pueblo de Andalucía que es la de colocar en las fachadas, en tela, la imagen de lo que procede, es decir, la de Jesús Niño, que la cristiandad católica ha pintado muchísimos bellísimos y variados.

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Que vuelva entonces la bendita tradición Navideña, que es una ciencia exacta de lógica estética.