El coche de trabajo se revela y convocará huelga

El vehículo de desplazamiento ya no es solo turismo, sino también herramienta de trabajo imprescindible y forma parte de la acción activa del usuario. No todos son deportivos con vistas al mar.

Huelga de transporte de mercancías.
Huelga de transporte de mercancías.
El estallido social que protagonizan los transportistas, agricultores, ganaderos, pescadores, y otros sectores, será 'peccata minuta' si se adhieren los automovilistas que necesitan el vehículo para buscarse la vida. La penuria y aflicción nacional será estrepitosa.

Ahora los usuarios del coche de trabajo imponen sus derechos y denuncian la imposibilidad de utilizar el vehículo para desplazarse o como elemento útil para llegar a la oficina, la obra o taller. Da miedo acercarse a las gasolineras o acelerar sin tiento al utilitario. Aquí no sirven bonos, o Decretos excepcionales para unos y dejar desprovistos a otros.

Los automovilistas igualmente echan gasolina, gasoil o enchufan y recargan, y ven insoportable los precios de los carburantes, de la electricidad e impuestos. Por tanto, no solo comprenden, y deben secundar, a los transportistas autónomos, subcontratados y de base, sino también son parte del mismo problema.

En nuestro país, la Dirección General de Tráfico, contabiliza un parque móvil de coches casi igual a la mitad de la población del país. Ya no son 'turismos', se trata de herramientas de trabajo. La cifra alcanza los 24.558.126 vehículos, sin incluir furgonetas, profesionales e industriales. De los cuáles más del 70 % son de obligado uso de transporte de viajeros y necesarios para el desplazamiento de trabajadores y pasajeros con destino al tajo.

Si todos ellos se revelan y se inmovilizan, volverían a paralizar la cadena de producción, y la vida cotidiana de los ciudadanos se vería obstruida en su totalidad, ya que el coche se hizo imprescindible hace mucho tiempo y está dentro de los planes de la acción laboral.

Una explosión generalizada, que se preveía hace tiempo y ya está en su pura efervescencia. Se veía venir y fueron muchas voces las que alertaban de un nivel de inflación imposible de afrontar. Mientras tanto, el Gobierno se dedicaba a satisfacer las exigencias e insultantes peticiones de sus ministros que, junto a sus socios parlamentarios, obligan a Sánchez a pagar peajes inútiles y acuerdos inverosímiles, a costa del ciudadano.

Un Presidente provocador, capaz de virar en una vuelta de reloj y hacer 'el más difícil todavia' desafiando la fuerza de la gravedad. Una atracción descomunal por permanecer en Moncloa, veranear en Doñana, dar un 'voltio' con el Facon e interpretar atractivos cantos de sirena ideados por su camarilla de ideólogos que desatienden la realidad mientras retan la física.

Pero España comienza a despertar y a desperezarse, como se anunciaba en bares y redes, - nada de sociólogos o politólogos -. Un despertador que avisaba desde los bolsillos y los estómagos - no los agradecidos-. Algún día la asfixia generalizada obligaría a poner las aventuras extravagantes en su sitio, a pesar de los mensajes y publireportajes tendenciosos de televisiones, desde algunas radios y propaganda ideológicas de la prensa escrita subyugada. Es de justicia hacer grandes excepciones, no todos son infieles a la verdad. Y destaco este medio digital que, sin las prebendas del régimen, mantiene su 'Libro de Estilo' en defensa del proletariado y el precariado, con valentía, objetividad y esfuerzo.

En resumen, y a tenor de las molestias y pérdidas indirectas de la propia sociedad, y ante el descontento generalizado, quizá merece la pena organizar una huelga general y terminamos antes. Sí, de aquellas que los sindicatos sorprendían, con piquetes incluidos. Aquellas manifestaciones, muchas agresivas y violentas de quema de contenedores y dispuestos a 'rodear el Congreso', según dictaminaba la izquierda.

Sin embargo, los sindicatos (UGT, CC.OO. Y PATRONAL) no están por la labor. La izquierda gobierna y conoce bien como hacerles indiferentes, comprensivos y pasivos. Pero la base trabajadora no puede esperar a que le movilicen los líderes sindicales, las necesidades primarias y el hambre no entienden de política rastrera ni estrategias o estatutos hechos en despachos suntuosos.

La única razón que convence para protestar es trabajar sin ser esclavos para cubrir las necesidades perentorias de la familia. Los experimentos aleatorios con gaseosa, y aquí se han hecho con nocturnidad y alevosía. Y es más, sin escrúpulos y acorralando al trabajador, hasta tal extremo que la explosión es inevitable. El verdadero responsable y culpable final no es Franco, ni Putin y tampoco la pandemia de Wuhan, sino la gestión de Gobierno de La Moncloa.

 

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