Día 53: adiós, amigo

Ayer vi como te fuiste, era de noche y la ciudad estaba en silencio, ese silencio profundo que ha caracterizado estos días de largo confinamiento, y así te marchaste, solo y en silencio.

No sé si eras hombre o mujer, mayor o joven pero te fuiste sin hacer ruido y en soledad.

Llegó la policía con el juez de guardia, el coche fúnebre con sus cortinas y los hombres de blanco. Esos hombres que solo habíamos visto en las películas y que no quieren que veamos, se vistieron despacio, trajes blancos, cabeza tapada, guantes y gafas de protección.

Estaban preparados y era el momento de subir a buscarte, solo ellos y el juez de guardia, apenas tardaron 20 minutos en bajar, y allí estabas tú, envuelto en una funda de plástico cerrada, te llevaban en un carro como si fueras mercancía y despacio te introdujeron en el coche negro con las cortinillas cerradas para que no te viéramos, y se marcharon, te llevaron con ellos en silencio y en soledad.

No sé quién eras, no te conocí pero recé por ti y te acompañé durante un rato. Suerte amig@ allá donde vayas y perdónanos por la crueldad de tu muerte. No eres ni serás el último, solo espero que no olvidemos esto, que seamos capaces de recordar y capaces de perdonarnos a nosotros mismos. Que la humanidad cambie será difícil, pero es mi mayor deseo.

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Sentí dolor, dolor por ti y por todos los que este bicho se ha llevado por delante, estoy harta de balcones y de aplausos, quiero mi libertad y pido responsabilidad personal para superar esto, solo así podremos seguir avanzando.

Adiós amig@, yo sí te recordaré.