Antítesis comparativa: casos Dreyfus-Junqueras

Roman Polanski dirige «El oficial y el espía»

De todos es conocida la excelente película de Roman Polanski, que recrea la lamentable acusación de alta traición del capitán de origen judío alsaciano Dreyfus.

Se alteraron y crearon pruebas falsas, se le juzgó en consejo de guerra,  condenándolo  a cadena perpetua, enviándolo posteriormente  al penal  la Guayana francesa. Curiosamente su investigador principal, coronel Picquart, aun siendo nacionalista y antijudío, descubrió la “farsa”,  quien  intentando arreglar el entuerto y el deshonor ajeno,- como buen Quijote-, le costó la expulsión del ejército y su inmediato encarcelamiento, pero a la larga le dio la fama.

 Es curiosa la figura de Picquart, pues la realidad, superando la ficción, asemeja  la misma recreación del personaje del jefe de policía  “Javert” que recreaba Víctor Hugo en su  fanática persecución del pobre ladrón de simple pan “Jean Valjean” en su obra “Los miserables”; celoso funcionario,  quien como perro de presa, al final por honor, decide dejar románticamente libre a su predilecta víctima. Lo mismo cabría decir del personaje de “Villefort”, procurador implacable del rey, persiguiendo a “Edmundo Dantes” en el Conde de Montecristo de Dumas, -curiosamente también acusado de espiar, en este caso para Inglaterra-. Más curiosa es aun  la similitud entre  ambas novelas, sobre hechos que acontecen además en momentos parejos,  1815 y publicada en 1844 la primera;  y 1814 y publicada en 1862 la segunda.

En la realidad del caso Dreyfus, fue la publicación del “diario L´Aurore” del editor G. Clemenceau (posteriormente Jefe de Gobierno) que desató ese mayor escándalo histórico  judicial francés al publicarse el magno artículo  “J´accuse” de E. Zola, denunciando al gobierno y la corrupción del ejército, y que  si bien, sirvió posteriormente para que anulase el juicio el Tribunal Supremo, también le costó una condena y posterior exilio al autor. Celebrado nuevo juicio militar, neciamente volvió a ser condenado, si bien,  con menor pena y concediéndole posteriormente el indulto, hasta que en 1906, fue finalmente rehabilitado y ascendido de rango militar, que no obstante, no era el que realmente le correspondería al no tenerse en cuenta los años pasados en presidio, razón por la que visitó al Ministro, que no era otro en ese momento que el mismo Picquart, quien ante su justa petición, le expresó que no era posible concedérselo pues la ley no lo preveía,- consciente aunque no lo dijera-, de que en caso de establecer esa “ justa excepción”, los altercados en la calle por el ambiente antijudío y  prebélico nacionalista  contra Alemania,  serían inmediatos.

 Comparando dichos hechos, con la actual polémica, fruto  de la  nueva legislación que se da en el redactado de nuestro Código penal, conforme desaparece  el delito de sedición y se rebajan las penas de malversación sin la sorpresiva ahora “falta de ánimo de lucro”, “traje jurídico” hecho expresamente a la talla del político condenado Junqueras, sería la antítesis de esa conversación final Piquart-Dreyfus, y más grave aún, pues con dicho actuar del ejecutivo, podría estar inculcándose algún precepto o tipo del código penal como ha puesto de manifiesto la querella de Vox ante el Tribunal Supremo.

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Once investigados por participar en un concurso
de derrapes en el centro de un pueblo de Lugo

 

Es más aberrante aun jurídicamente, en cuanto politizando la justicia, tal excepción se hace con un verdadero  delincuente sentenciado en firme,  pretendiéndose así,  desjudicializar delitos de alta alarma social actualmente en nuestro país,  amparándose en que hay que desjudicializar el proces, aunque ello suponga degradar al poder judicial, en ese claro acoso por parte del poder ejecutivo, cuando además solo fue únicamente la contundente aplicación de la “norma de Kelsen” la que pacificó y restauró la situación legal democrática voluntariamente instaurada previamente por la sociedad y reflejada en la constitución; “injerencia”, que podría cuestionar la misma división de poderes del mismo estado democrático que obliga la norma suprema, tendiendo así,  a una deriva inicial similar a la de Polonia y Hungría en su día, tal  como ha puesto de manifiesto la Catedrática Teresa Freixes.

Actitud que a su vez, cuestiona los mismos “actos  propios” del Presidente y consecuentemente de su ejecutivo, en cuanto hasta la saciedad en múltiples ocasiones previas, había garantizado lo contrario; aspectos todos ellos, que repercutirán sin duda de una manera contundente en las tres próximas e  inminentes convocatorias electorales. La otra falacia, conforme su objetivo era relajar la tensión en Cataluña, representa: 1) Pretender ignorar que en esa comunidad, hay una mayoría constitucional, con la cual increíblemente aun así,  nunca se cuenta y se emplea como moneda de cambio por uno y otro bando 2) Que en las últimas elecciones, los nacionalistas separatistas perdieron 700.000 votos. 3) Que en absoluto es veraz  la supuesta excusa, conforme en Europa se regulan  tales delitos de una manera más leve tal como pretendieron confundir a la opinión pública.

Nos quedamos, -como auténtica moraleja-  con esa conversación final que sostuvieron el Ministro Picquart y Dreyfus, donde el rehabilitado oficial daba discretamente las gracias ahora al político que tenía delante, mientras este, sincerándose,  reconocía que si no fuera por este caso judicial, no hubiera llegado a Ministro.

Dreyfus le recordó que en realidad no era así, pues él solo había hecho lo que correspondía hacer, lo que equivalía a limitar su titánica  actuación al superior honor, ánimo de justicia y humanidad.  En suma, como suele decirse, con la mentira, se pierde el honor, que tanto cuesta lograr y mantener, así  como la fama e imagen, sea  tanto  personal o profesional.