Cuento de Navidad

Rivera este del río Dniéper. Jersón
Rivera este del río Dniéper. Jersón

Noche cerrada y lluviosa en el río Dniéper, cerca de la reconquistada Jersón por las tropas ucranianas, de donde se retiraron los rusos para reforzarse en su ribera Este.

Sobre las doce de la noche de la gélida Nochebuena, desde su puesto de observación, un vigía ruso, daba la voz de alarma al detectar múltiples pequeñas “sospechosas y extrañas luces” bajando por el río. De inmediato, se escuchó un toque de sirena que hizo salir a los soldados resguardados en sus refugios de las trincheras, prestos a ocupar sus posiciones ante el posible ataque inminente del enemigo agazapado en la otra vera del caudaloso río.

El silencio,- después de la apresurada escaramuza de ubicarse en sus posiciones-, era total en el ejército ruso, que no respondió ni con un solo tiro, pendiente primero de averiguar que peligro concreto les acechaba, pues la fecha, no era la más adecuada para un ataque ucraniano, menos ahora ya que sus dirigentes religiosos ortodoxos, habían acordado celebrar la Navidad el veinticinco de diciembre, como la Iglesia Católica, todo ello, - decían- para diferenciarse y alejarse más de las tradicionales costumbres rusas que ambos compartían, al celebran desde siglos el nacimiento del Mesías el siete de enero.

Los mandos del batallón ruso estaban reunidos, mientras los suboficiales iban transmitiendo continuamente cualquier novedad de las múltiples lucecitas y de su silencioso avance, que más bien empezaba a dar la impresión de que se deslizaban por la mera corriente, algunas de las cuales, se iban aproximando a su orilla. Los teléfonos, con constantes llamadas desde y hacia Moscú, no dejaban de sonar. La tropa, en las mojadas trincheras, con el gatillo apretado entre sus dedos, sentían el gélido frio invernal, mezclado todo ello, con una gran humedad que impregnaba el silencioso ambiente, como si fuese un cuchillo cortante. Solo la adrenalina del posible inmediato combate impedía que el frio calase en sus huesos.

Finalmente, uno de los objetos luminosos que arrastró la corriente, fue recogido con extremada prudencia y recelo por un soldado apostado en la orilla, quien se quedó un tanto atónito y perplejo al observar que, en realidad, era una simple diminuta y rústica canoa hecha de simple madera y en cuyo interior, tenía ubicada una luz a la que le transmitía energía una pequeña pila. Una amplia sonrisa, recorrió su antes preocupado rostro, cambiando ahora a una gran sorpresa, que se reflejaba en sus desorbitados ojos, como intentando explicarse la causa y el objeto de esa alarma generalizada que provocó la otra orilla. !Al menos podré dormir se decía para su interior! -mientras transmitía rápidamente la información al próximo centro de mando-.

Para confirmar tan sorpresiva noticia, se decidió lanzar bengalas al cielo, y en breve se observó que efectivamente, eran docenas de meras pequeñas canoas con luces; información que de inmediato fue transmitida a Moscú y que fue recibida con no menos sorpresa. ¡Una broma o gamberrada ucraniana al parecer mi General!, no hace falta ni molestar al alto mando del Kremlin.

Regresaron aliviados en breve los soldados al cálido refugio; hasta que media hora más tarde, les llegaba la nueva noticia de los centinelas, conforme ahora se veían cientos de luces fijas en la otra orilla, que ocasionalmente se movían de derecha a izquierda, y en cuyo centro, se encendía una gran hoguera que permitía ver un árbol navideño decorado también con luces. Ahora, no hizo falta dar alarma alguna, pues la curiosidad de los soldados bastó para que se dirigieran de nuevo a sus posiciones para intentar contemplar el nuevo espectáculo, pasándose los prismáticos unos a otros para verlo con detalle, y cuyas luces ahora, eran de los móviles de las personas que los agitaban. Mientras ocasionalmente, les llegaban de forma interrumpida, -dependiendo del cambiante fuerte viento-, canciones típicas de la Navidad tan propias de uno u otro bando, pues antaño fueron uno solo; y que ocasionalmente al terminar, se mezclaban como bromas pesadas sobre el cuestionado valor de la hombría de los rusos: “salir gallinas del gallinero”, “que si mari.com …..” , lo que hizo responder al otro bando en sentido similar: “ pasar el río si tenéis lo que tiene que tener el gallo”, o “llamar a papá OTAN”. Total, un pulso mitad fraternal, mitad ofensivo, pero en definitiva jocoso de las típicas bromas pesadas que caracterizaban ambos bandos tan belicosos como demostraba su gloriosa historia. A los primeros destellos de la grisácea y lluviosa alba, los que no se habían ido a dormir, se les denotaba que estaban bien surtidos de vodka, cantidad de alcohol acumulado, que, de estar todo concentrado, bastaría con encender una cerilla para que ardieran ambas orillas, y hasta incluso amenazaría a la misma próxima ciudad de Jersón.

Ya a pleno día, fuera de las trincheras, dado los escasos existentes cuatrocientos metros entre ambas riveras del río, algunos de los combatientes se identificaron como conocidos, unos de Donbás, - que eran vecinos antes de empezar el conflicto-, otros por ser compañeros universitarios en Kiev; otros simplemente por trabajar juntos en Mariupol, o hasta incluso unos hermanastros separados por el caprichoso destino. En definitiva, pasaron a ser “personas” antes que soldados, los cuales, se iban pasando información de amigos, padres, novias o conocidos y de los que no habían vuelto a tener noticia.

Los mandos, de uno y otro bando, no opusieron apenas pegas a tan inauditos hechos. Hasta incluso, cuando las tropas decidieron efectuar un partido de futbol,- pues además se quedaron sin ver el reciente mundial-, en que por echarlo a suerte, salió debería celebrarse en la orilla ucraniana, donde pasaron en una balsa al equipo ruso; y tras acondicionar la vera del río con rústicas porterías y delimitar con cal el campo, permitían visualizar el partido también desde el otro lado, tanto por la mayor altura de su ribera, como por las diferentes camisetas blancas y naranjas que portaban ambos equipos. El resultado, fue empate, que tras la oportuna prorroga, ganó el equipo local tras los definitivos penaltis.

 

Así estuvieron semanas, pues no afectaba a la estrategia de ambos mandos, puesto que los ucranianos, estaban a la expectativa de saber por dónde vendría la próxima anunciada contraofensiva a gran escala rusa, la cual, se preveía sería por el Norte con el objetivo de atacar a Kiev, por lo que no les interesaba arriesgarse a cruzar el río y gastar energías en recuperar esa zona del Sur, por si tenían que replegar esas fuerzas para reforzar el flanco Norte. En el fondo, ambos bandos sabían que el conflicto tocaba a su fin, pues Occidente estaba agotado en la ayuda que estaba ofreciendo a Ucrania sin resultados relevantes, sufriendo a su vez directamente la crisis por su enorme dependencia respecto a las energías rusas en pleno invierno, y toda salida, que no fuera negociada, eran conscientes del riesgo latente nuclear en el supuesto remoto de poder acorralar a Rusia, y que hasta ahora, aparentemente no habían notado debilidad alguna en su diseñada elaborada estrategia.

Esa mágica noche de navidad, que la prensa tardó por razones obvias en publicar, suponía, queriendo o sin saberlo , recrear lo que antaño había acontecido en la zona occidental de la conocida como “la tierra de nadie” entre las tropas alemanas e inglesas la noche del 24 de diciembre de 1914, a poco de estallar la primera Guerra Mundial., donde los propios combatientes, a iniciativa de los alemanes portando un “árbol de navidad”,- que inicialmente el enemigo interpretó como un artefacto bélico- provocó un prolongado alto el fuego entre ambos bandos, confraternizando durante semanas, intercambiando comida, bailes y con multitudinarios apasionados partidos de futbol, mientras a la vez, aprovechaban para sanear las trincheras plagadas de ratas y drenar el agua de lluvia, y sobre todo, dar digna sepultura a los caídos de ambos bandos que hasta aquella, eran devorados por las alimañas y aves.

 Posteriormente, los altos mandos alarmados por esa sorpresiva e inaudita confraternización, pues no dejaban de ser mayoritariamente “jóvenes” obreros, que “sin conocerse, se vieron abocados a matar a otros jóvenes desconocidos, a los que no guardaban ningún rencor ni odio, por órdenes de unos “viejos” que conociéndose entre ellos, se odiaban, pero que evitaban enfrentarse directamente”, reservándose para un seguro futuro de nuevas relaciones mercantiles fructíferas entre esos países ahora contendientes, todo a cuenta de las vidas de millones de inocentes que pagaban las desavenencias de esa élite y sus intereses económicos imperialistas, por lo que interviniendo directamente el estado mayor, empleando las leyes marciales, obligaron a volver a enfrentarse y matarse a ambos bandos, aprovechando además la aparición de la última arma: la letal “guerra química”. No obstante, quedó constancia escrita y fotográfica de esa paz espontánea que representó un verdadero hito en la Historia, fruto de la voluntad de los propios contendientes, en que, como verdadero cuento, la magia de esa especial Nochebuena hermanó a los involuntarios enemigos, y donde el corazón, silenció al menos momentáneamente los cañones y metralletas.

 ¡Sí, lo sabemos, el sueño de invierno esta vez no se ha cumplido! pues hay demasiado odio y rabia entre ambos bandos bélicos, muchos intereses ajenos y mucha economía de guerra, mucha geopolítica simplona, en definitiva. Pero, aun así, y este es el objeto de este artículo, ¿quién nos dice que no podría perfectamente ocurrir en la no menos mágica Noche de Reyes?, ¿Acaso la magia, la fe y la ilusión debe limitarse solo a los niños? Pues eso, ¡soñemos en “desfacer entuertos” mezclando altruismo y locura ¡, y que sea tanto o más, como otros supuestamente cuerdos, se aplican y afanan a fondo en crear esos entuertos, que más bien se asemejan a verdaderas pesadillas.

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