¿Quo vadis p.s. (Pedro Sánchez)? O.E.

El presidente del Gobierno de España y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez
El presidente del Gobierno de España y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez

En junio de 2018, Pedro Sánchez inauguraba su primer gobierno tras la moción de censura a Mariano Rajoy. Previamente, le ganó el pulso a la vieja guardia manipulando las siempre fáciles bases con aquello de que: “el socialismo, dejó su pureza por bailar con el neoliberalismo en la transición”, - ignorando con ello, que fueron los únicos años prósperos en “todos los terrenos de toda la triste historia de España”-(y que era lo que precisa e implícitamente le insinuaba Felipe al decirle que le faltaba “cultura de partido”). Les prometió a esas bases, volver a beber de “la fuente de la pureza”, pero equivocándose de fuente, fue a saciarlos en aquella que custodiaba precisamente el guardián equivocado: “el comunismo”. Luego fue a otra aun peor: “la del separatismo”.

 La práctica totalidad de promesas las fue incumpliendo sucesivamente, abrazando sucesivamente todas las posturas extremas de Podemos (control de los medios, de la policía, de los jueces), asumiendo también sus simpatías por el “separatismo” tanto vasco como catalán, que están llegando al límite de lo tolerable con el “peaje” que le exige últimamente ERC (diluir la secesión e endulzar nada menos que la mayor lacra del país: la corrupción), lenguaje de los mismos, que el presidente incluso hace suyo (“hoja de ruta”…); y lo que es peor, los separatistas ya dan por hecho que la consulta se va a realizar, y “ya sabemos que un rotundo no de Pedro, solo es un sí aplazado o diferido”, con lo cual, ya son “cuatro claras líneas rojas que ha traspasado”, pues también hay que incluir ahora el diseñado “asalto al poder judicial”. Es decir, esto ya pinta “bastos”, pues una cosa es el veleta y caduco poder ejecutivo de turno, y otra cosa más seria y perenne es el Estado, cuyo jefe de Estado, dicho sea de paso, tampoco se libra del permanente acoso, para intentar así, derribar también el mismo régimen político que nos hemos dado en nuestra C.E.

  La aparente justificación de tal extraño anómalo y atípico actuar de un presidente, (si bien es cierto, que parte tiene que ver también la falta de sentido de estado del propio P.P.) era aprobar unos presupuestos, pero una vez aprobados, persiste en continuar por ese arduo sendero de espinas, donde más que hipotecar su propio futuro, condena e hipoteca también al mismo P.S.O.E. en unas inminentes elecciones municipales en primavera, y las generales a menos de un año vista. ¿Es lógico que toda su estrategia se limite a pensar que el ciudadano se olvidará de sus actos a cuatro meses vista como si fueran meros peces? Aparentemente no, puesto que ahora sabemos que incluso los peces tienen memoria. ¿Pensará que la próxima presidencia de Europa que le corresponde a España cambiará algo su deteriorada imagen?, ¿que el riego de ayudas europeas, lamentablemente gestionadas, cree le reportarán beneficios? Y toda esta degradación de imagen tanto personal e institucional de partido, para qué, ¿para prolongar su agónico y peligroso gobierno un año más?

 Su aparente justificación es que está variando las relaciones de España con Cataluña, según él tan deterioradas por la exclusiva política del PP, lo que es una “falacia total y absoluta”, puesto que el P.S.O.E. tiene tanta, o mayor responsabilidad por sus propios actos en todos estos años de alternancia en el poder y usar a CiU como partido bisagra. Por ejemplo, tuvo más que ver la ingenuidad de Zapatero en idear un nuevo Estatut, que el legítimo recurso planteado por el P.P. al Tribunal Constitucional. No permitírselo, sería una clara coacción en el legítimo juego democrático judicial en un estado de derecho. La mejor viñeta humorística que resumía lo pasado en todos estos años, se dividía en cuatro dibujos, en los que sucesivamente, todos los gobernantes iban alimentando un recién dragoncito, que llegó a proporciones gigantescas cuando le tocó gobernar a Rajoy, al que raudos y veloces, le ponían un taje de caballero, le daban la lanza en ristre y le decían (incluyendo al PSOE.): “a por ellos”. ¡Ni que decir tiene, el sudor que le caía al sorprendido paladín!

La ignorancia, como la de Echenique, es atrevida pues no conoce límites. Si se asesorara, tal vez entendería que así se empezó precisamente en Polonia y Hungría.

El tema, no va que el T.C. quiera secuestrar la democracia y su máximo órgano que representa el Congreso, donde reside la voluntad popular, aunque deben asumir, si o si, que el T.C. también controla al Congreso, como cualquier otro mero acto político reglado (incluyendo esa extraña mesa de negociación con los separatistas). Tampoco va de impedir, que las mayorías parlamentarias acaparen más representación en los órganos judiciales fundamentales (T.S., C.G.P.J, o T.C), pero si es verdad, que la anterior ley orgánica reguladora, había elevado las mayorías a 3/5, precisamente por el “recelo de la democracia a las propias mayorías” (otras veces lo hace a la inversa). Tampoco es que se quiera anular a Montesquieu como dice el simplón ilustrado Echenique, pues si leyera la “letra pequeña”, observaría que la fuente de inspiración del galo era precisamente el preciso “equilibrio” que observó en Inglaterra entre las cámaras del parlamento y el pueblo.

 El problema va, precisamente de que, para reformar una ley orgánica, (10/1995 de 23-11) como es el Código Penal (ley suprema tras la norma constitucional), debe hacerse por lo menos con un “proyecto de ley” y no simple proposición de ley, buscando con alevosía y nocturnidad evitar el oportuno y vital dictamen de los Letrados de la Cámara y una mayor y prolongada participación de todos los grupos políticos. El problema va, de que no se pueden realizar simples enmiendas aprovechando esa modificación penal hecha a “medida de unos delincuentes” sentenciados por atentar contra la constitución, engañando que con ello se quiere equiparar a la legislación europea. El problema va, en que, ante un estado de alarma social permanente, no se puede modificar a la baja el delito de “malversación de caudales públicos”, como nuevo “traje a los insurrectos” y de paso allanarles el camino a la próxima sedición que constantemente reiteran. El problema, es que cada día nos levantamos con un nuevo susto: el de hoy en la prensa, es ofrecerse voluntariamente el P.S.O.E. a “modificar la Ley de Enjuiciamiento Criminal” para que los investigados por sedición, no tengan que abandonar sus cargos, ni puedan ser neutralizados con la prisión provisional. El problema, va en que ahora ya se habla de una consulta a esa minoría separatista de Cataluña. El problema va, en que todas las constituciones del mundo prohíben (salvo contadas excepciones, hacer consultas sobre soberanía y territorialidad) y que, en todo caso, debe ser una consulta de referéndum a “todo el soberano”, es decir, a todo el pueblo español). El problema está, en que un gobierno extremista, antisistema, que no respecta lo más sagrado de la constitución, ni sus principios ni valores, quiere acaparar el poder legislativo y dominar el judicial, todo ello, después de difamarlo, menospreciarlo y degradarlo a nivel nacional e internacional, cuando este poder, fue el único que paró la involución constitucional reciente.

 El gran problema, es que se está manipulando la generalidad de medios de comunicación a base de dinero público (como el dado en época de pandemia y del ilegal encierro general). El problema es que el partido de gobierno no permite ni el debate democrático interno (caso de la vieja guardia y los barones territoriales). El problema es que se insulta la misma inteligencia cuando se dice que el mal llamado problema catalán (pues son minoría los separatistas) lo tienen superado, cuando el único que lo había parado fue la norma de “Kelsen“a través del T.S. El problema, es que el partido de gobierno está asumiendo el radicalismo de Podemos y está haciendo de la antisistema bandera. El problema está, en que se está humillando a todos los españoles, y más si cabe, ignorando a la mayoría constitucionalista en Cataluña.

  Ya en el 2019, en un artículo de la Revista del Vallés, indicaba que algo iba mal, y que la única duda que tenía es si Sánchez reduciría a mínimos un gran partido vital en la transición y que sigue siendo tan necesario hoy como es el P.S.O.E., haciendo un símil con lo que hizo Mas con CiU, si bien este que literalmente lo evaporó. Si había dudas, solo hay que ver lo que hizo otro radical como Pablo Iglesias, con un partido con tanta fuerza como Podemos, que, en pocos años de niño, lo hizo anciano, simbólico; y ya no digamos lo de Rivera con C´S por no cambiar el “rumbo”, que, dicho sea de paso, también se le advertía en otro artículo con ese nombre. Cuando la noche de la sonora derrota electoral, curiosamente, indicó que lo había entendido y que iba hacer tal cambio de rumbo. Lástima, ya era tarde, pues el elector de forma implacable y fría, le pasó cuentas.

 

 Lo dicho, esperemos que el desenterrador Sánchez, no sea también el próximo sepulturero, pues el tiempo, como buen juez, dictará su veredicto a través del votante, que, aunque les pese, tendrá su propia memoria histórica de los extraños hechos que se están produciendo. Así empezó precisamente Hungría y Polonia en su anhelo de dominar “los tres poderes básicos” en un estado de derecho. No por nada de la 13º mejor democracia, ya estamos en la 23º y en caída libre.

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