Urge recuperar el espacio socialdemócrata

El Presidente Sánchez reivindica una política de confrontación. Él mismo mencionó en el Parlamento su idea de levantar un muro en la sociedad española. Sánchez hace cada día más patente la necesidad de renovación que tiene el partido que lidera. Quien fuera su predecesor, José Luis Rodríguez Zapatero ya había zambullido al partido en una senda oscura y peligrosa, tanto para su partido como para la sociedad en general. Sánchez ha terminado de hundir su formación, vilipendiando los valores que algún día representaron al PSOE en la Transición. Por tanto, urge un reciclaje total de esta formación; lo requiere su electorado pero también nuestra democracia y el equilibrio en el sistema de partidos.

Las críticas al actual presidente del gobierno no han cesado por parte de históricos líderes de su partido: Felipe González, José Luis Corcuera, Alfonso Guerra, Nicolás Redondo, Joaquín Leguina, Carlos Barrionuevo, Javier Solana y otros veteranos dirigentes. Empero, el presidente se ha mostrado impasible ante estos vituperios de la generación que robusteció su partido y que en algún momento aportó positivamente a nuestra nación. Huelga advertir que esto refleja el proceso deconstituyente en el que estamos inmersos. Sánchez hace un manifiesto estelar de la España de vencedores y vencidos, es decir, lo contrario a lo que encarna nuestra transición.

Esto lo refleja una amnistía inoportuna: una ley escrita con la pluma de los golpistas para mantener a Sánchez en la poltrona. También destaca la problemática Ley de Memoria Histórica que viene a demoler la reconciliación sellada en la Constitución de 1978. Asimismo, los abyectos pactos con Bildu -herederos políticos de ETA- que encarnan la insidia de esta etapa política. Además de la colonización institucional que ha erosionado la calidad de nuestro Estado de Derecho: el CIS, la FGE, RTVE o Correos entre una extensa retahíla de instituciones sometidas a los intereses sanchistas. Este es el modus operandi de Sánchez y en esto ha convertido al partido que encabeza. Apenas quedan voces críticas en el PSOE, pues quienes han manifestado su desacuerdo con las decisiones del partido han sido expulsados de forma inmediata. A esta vasta lista de “logros progresistas”, se suman los presuntos casos de corrupción que salpican, ya de forma inevitable, a su círculo familiar más cercano. Si bien, por el pronto, será el poder judicial quien determinará el porvenir de una casta política sin ningún respeto por los jueces y la independencia judicial, cada día más acosada por el Gobierno. Esto ha sido objeto de denuncia para las asociaciones judiciales tanto conservadoras como progresistas.

Se podría proseguir con los desmanes de este gobierno y la desdicha de esta etapa deconstituyente en la que estamos inmersos. No obstante, el énfasis debe recaer sobre la necesidad de reciclar y reorganizar el PSOE, transformando el espacio político que hoy ocupan los sanchistas -no socialdemócratas- para, desde la socialdemocracia, defender cuestiones de Estado atribuibles a un gran partido de centro-izquierda con afán modernizador: defensa de la unidad de España, contundencia con los movimientos rupturistas insaciables y crecientemente beligerantes, defensa del Estado de Derecho, aceptación de la monarquía de todos y fomento del cumplimiento de la Carta Magna. Esta propuesta no es judeo-masónica ni anodina en absoluto. Es más, desde la disidencia política, es justo recalcar que uno de los grandes hombres de Estado del siglo XX, Felipe González, cumplió con estos básicos vinculados a una democracia sólida. A partir de esto, existirán, de forma sana y natural, discrepancias políticas o ideológicas, positivas para el desarrollo del juicio crítico de la ciudadanía y el profundo debate sociopolítico. Sería positiva también una respuesta de este calibre al espacio socialdemócrata para impedir que la gobernabilidad de España descanse sobre fuerzas secesionistas de diversa condición, hoy agrupadas en el Frente Popular del siglo XXI, pero también de partidos extremistas de todo el espectro político.

En definitiva, la defensa de un espacio común del que emerge la pluralidad de la esfera política, sin renunciar a unos estándares mínimos, al consenso ni a la búsqueda de soluciones comunes. Al fin y al cabo, el fortalecimiento de una España de ciudadanos libres e iguales, defensora de la verdad, que transciende el fanatismo y radicalismo excluyente.

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