Javier Fumero

Negociar

Hace algún tiempo me encaré con un amigo francés, al que conocía bien porque había pasado varios años en nuestro país. Le pregunté –así, en general- cómo nos veía a los españoles. Su respuesta comenzó con una advertencia, que ya era relevante: me dijo que se le hacía difícil generalizar.

Sin embargo, tras insistirle un poco, quiso entrar a mi juego y se lanzó. Básicamente me dijo que a los españoles nos gusta discutir. Había detectado una cierta inclinación, por parte del hispano medio, a llevar la contraria. No era una actitud voluntaria o consciente, añadió, sino algo que nos sale natural.

Lógicamente no le llevé la contraria. Más que nada para no caer en el estereotipo. Sino que le animé a que se extendiera un poco, a que explicara bien lo que había percibido.

Es sencillo, añadió. Haz tú mismo la prueba y verás. Sucede en la vida profesional, familiar, política, social… Si alguien propone algo o sugiere un modo de afrontar una cuestión, parece como si dentro de cada español se activara un mecanismo perfectamente entrenado para enumerar las pegas e inconvenientes de ese plan. Por sistema. Si uno dice “blanco”, los otros han de decir “negro”. Y así todo.

Me insistió mucho en que no percibía malicia en este modo de ser sino más bien falta de… cultura, de civismo.

Lo admito, porque recuerdo muy bien aquella conversación: inicialmente, el comentario me irritó. Pero qué se ha creído este señor. Para no querer generalizar, vaya si tiene elaborado el discurso.  ¿Hablamos ahora del franchute medio, frío, calculador, chauvinista…? Cuando se me pasó el sofoco, que no dejé traslucir (todo hay que decirlo), me paré a pensar en lo que había escuchado.

Al parecer, la amistad cívica es la que practican los ciudadanos de un Estado que, por pertenecer a él, saben que han de perseguir metas comunes. Por eso son conscientes de que existe ya un vínculo que les une y les lleva a intentar alcanzar esos objetivos, siempre que se respeten las diferencias legítimas y no haya agravios comparativos.

Ahora llega una etapa interesantísima para España. Un momento clave para demostrarnos que hemos madurado como país y como sociedad. Que sabemos negociar porque hemos adquirido, como pueblo, la amplitud de miras necesaria para ello.

Hay muchas más cosas que nos unen de las que nos separan. A todos nos interesa erradicar la pobreza, el hambre, mejorar la educación, lograr una sanidad de calidad, atender mejor a nuestros mayores, bajar la tasa de paro…

 

Es una buena base para construir. Sin cerrazón, sin discordia, buscando primero los puntos de encuentro. Ojalá nuestros políticos estén a la altura.

Más en twitter: @javierfumero

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