Pedro Sánchez, presidente

Ni soñado. El secretario general del PSOE ha gozado este martes de más que un minuto de gloria. Toda una sesión de investidura para presentarse ante el mundo como un líder apto y hábil.

Apto para aglutinar consensos. Insuficientes todavía, pero factibles.

Apto para articular un discurso de presidente, aburrido y poco entusiasmante, sin alma incluso, pero suficiente para un aspirante a La Moncloa.

Apto para presentarse a los españoles, con sus 44 años recién cumplidos, como una opción viable y real para la presidencia de gobierno.

Nada de esto tenía Pedro Sánchez antes del 20-D. Era un simple concejal con ganas de comerse el mundo. Uno de tantos. Sin embargo, aquí lo tenemos ahora: copando los focos como si de una estrella político-mediática se tratara.

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Por cierto. Buena parte de responsabilidad de este protagonismo creciente se la debe a Mariano Rajoy, que hace un par de semanas le cedió gentilmente el micrófono del karaoke.

Hay otro corolario importante que se desprende de todo lo dicho. Podemos maneja una baza importante desde el inicio de las negociaciones: unas nuevas elecciones les permitirán dar el ‘sorpasso’ definitivo al PSOE como principal fuerza política de izquierda en España y de la oposición.

Pues esto comienza a estar en duda.

Pedro Sánchez sube en los sondeos. Se fortalece como candidato. Ha ganado para la causa a un buen puñado de abstencionistas del PSOE que no le votaron en diciembre y hasta ha logrado –no se lo pierdan- conjurar las campañas internas que iban a convertirlo en una anécdota pasajera en la historia del PSOE.

Señores: con ustedes, Pedro Sánchez, presidente… Ya veremos cuándo.

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