Puigbarretxe

El paciente no tiene muy buen pronóstico, esa es la verdad. Si alguien va a salir mal parado de esta crisis catalana ese es el señor Puigdemont. Va camino de pasar a la historia como aquel otro líder político regional llamado Juan José Ibarretxe. ¿Se acuerdan ustedes?

Entre el año 2004 y 2009, el lehendakari Ibarretxe también se echó al monte en el País Vasco y lanzó un órdago a toda España: lograr para Euskadi el derecho de autodeterminación. En diciembre aprobó la moción en el Parlamento vasco, sirviéndose de los votos de Batasuna y contra la posición de socialistas y ‘populares’.

Entonces, Ibarretxe se desplazó a Madrid y en febrero de 2005 subió a la tribuna de oradores del Congreso de los Diputados para defender su propuesta. Se llevó una buena tunda: 313 votos en contra y 29 a favor (todos los nacionalistas).

La reacción de Ibarretxe fue… acudir a las urnas. Como Artur Mas en 2012, tras la primera Diada multitudinaria en Barcelona. Lo mismo. Aquellas elecciones anticipadas supusieron un duro golpe para el PNV, que volvió a ser la primera fuerza política pero bajó en apoyos y –lo que es peor- constató el efecto perverso de aquella apuesta: habían despertado a la bestia. La izquierda abertzale empezó a crecer, incontenible, y no paró de hacerlo desde entonces.

En junio de 2008 Ibarretxe dio un paso más y aprobó una ley de consultas que reconocía el “derecho a decidir”. En aquel momento fue José Luis Rodríguez Zapatero el que se plantó y recurrió el texto ante el Tribunal Constitucional. No hubo que esperar mucho: en septiembre el Alto tribunal declaró ilegal aquella disposición.

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¿Qué hizo Ibarretxe? Acatar la sentencia pero volver a convocar elecciones. En marzo de 2009 sucedió lo que algunos empezaban a vaticinar. El PNV ganó una vez más (se habían ilegalizado las marcas de Batasuna) pero PSE y PP se aliaron para desalojar del poder a los nacionalistas, que perdieron el gobierno. ¿Les suena? Es justo el plan que han diseñado Rajoy, Pedro Sánchez y Rivera para Cataluña, tras aplicar el 155.

Todos coinciden: en la oposición hace mucho frío. El PNV acabó sacrificando a Ibarretxe y quedó vacunado contra cualquier nueva ventolera independentista. Los líderes peneuvistas tomaron buena nota y durante años han apagado a nivel interno cualquier conato de plan soberanista, aunque fuera incoado tibiamente.

¿No les suena todo muy actual? Pues parece que algunos no han aprendido nada.

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