Telecinco se está quedando afónica

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Es una reflexión que surgió el otro día con profesionales del sector televisivo. Pero vale también para políticos, tertulianos y cualquiera que tenga voz y presencia pública. Existe el riesgo de quedarse afónico, sin voz, aunque las propias cuerdas vocales sigan en perfecto estado. Sucede cuando uno opta por subir el tono y empezar, por ejemplo, a utilizar palabras gruesas, exabruptos y sentencias cada vez más incendiarias.

De repente, uno empieza a gritar. Nota que el interlocutor se gira, y aquel otro, y el otro, y el de más allá. Es decir, al inicio hay un buen resultado. Es lógico: uno ha soltado un bocinazo de tal calibre que capta la atención. Como para no darse cuenta. El entusiasmo puede llevar a tomar decisiones de calado: “así es como hay que hablarle a la gente”, “este es el lenguaje que los españoles de bien necesitan en estos momentos”. El megáfono llega para quedarse y empieza la escalada: a un aullido sucede otro alarido mayor.

¿Qué sucede? Que el grado de tolerancia al ruido de las personas suele ser limitado, finito. Lo que inicialmente puede resultar simplemente “cañero”, “transgresor”, o “simpáticamente lenguaraz”, transita rápidamente hasta la incomodidad. Insisto: estamos hechos para soportar de forma habitual un limitado número de decibelios. Además, si la clave del éxito es captar la atención del televidente, lector, internauta o radioyente por la vía del berrido el desgaste es evidente. Esta actitud no resiste bien el paso del tiempo.

A mi modo de ver, es lo que está sucediendo con Telecinco. El modelo de televisión ideado por Paolo Vasile está sustentado en los reality shows basados en las vidas personales: confidencias, despellejes, chismes, celos, disputas, riñas, amoríos, traiciones… Primero lo hicieron con españoles anónimos y, cuando esa fórmula se agotó, con famosos de pega, individuos que han logrado toda su popularidad precisamente en este plató artificial ajeno a la vida real. Además, en Mediaset son unos genios en idear fórmulas para dar de comer a toda la parrilla con estos enjuagues.

Pero la pandemia y el encerramiento forzoso de los españoles durante varios meses en sus hogares, en bastantes casos en torno al televisor, parece haber provocado un cierto hastío, saturación. Es esa afonía a la que me refiero. Buscando soluciones al problema, el otro día me pareció ver en ‘Sálvame’ una autopsia en directo con un maniquí en un programa dedicado a tratar la trágica muerte del esposo italiano de una presentadora española que tuvo lugar hace años. Vísceras y morbo, escarbando en un drama personal, aprovechándose quizás de la penuria económica de alguno. De pequeño tomábamos pastillas Hibitane para el alivio sintomático local y temporal de las infecciones leves en las cuerdas vocales. Creo que para esto de Telecinco no hay remedio adecuado.

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