El voto oculto
La semana de pasión que afrontan los partidos de la casta y esos asimilados que quieren llegar ahora al poder está provocando escenas de nervios y tensión. La culpa la tiene el voto oculto.
No hay tiempo para más: prohibido publicar encuestas. La ley electoral impide difundir sondeos en nuestro país una semana antes de los comicios. Y bastantes españoles respiramos aliviados, la verdad.
De un tiempo a esta parte no hay quien se aclare. La llegada de cada trabajo de campo ha arrojado más y más datos contradictorios. El precedente del Reino Unido tampoco ayuda. El líder conservador David Cameron estaba en empate técnico con los laboristas hasta que llegó el recuento… y obtuvo mayoría absoluta. Todo muy loco.
La culpa, insisto, es del voto oculto.
Resulta que los españoles no somos sinceros. No desvelamos nuestras verdaderas intenciones cuando nos preguntan qué vamos a votar. ¿Por qué? Los analistas hablan de varias posibles causas:
-- Nos da vergüenza admitir que vamos a votar por esto o por lo otro. Para evitar el rechazo social.
-- No tenemos decidido nuestro voto y salimos del paso con un lugar común.
-- Las irrupción de nuevas formaciones como Podemos y Ciudadanos lo distorsionan todo.
-- La volatilidad en la opinión de los electores nunca ha sido mayor. Se cambia de opinión cada semana. También porque hay más oferta que nunca y la distancia ideológica entre algunas formaciones es también más sutil que nunca.
Así que prepárense para el bombardeo. Se trata de movilizar todo lo que se mueva, con ocasión o sin ella. Ya queda menos.
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