Votem, votem, votem

Es que solo queremos votar. Ése parece el argumento más básico, más elemental, que manejan desde Cataluña los partidarios de celebrar la llamada "consulta".

¿Qué hay de malo en votar?, plantean. El ejercicio de voto constituye una expresión contundente de que en este país existe de verdad libertad y democracia.

Sólo queremos que se escuche la voz del pueblo, insisten. ¿Quién puede oponerse a que se alce la voz de la gente, a que se expresen sin miedo?

Puede parecer que tienen toda la razón.

Sin embargo, lo cierto es que votar no vale para todo. No se puede votar cualquier cosa. Por ejemplo, no cabe votar si matamos o no a los que no piensan como nosotros. Tampoco se puede votar implantar la esclavitud.

Y además no todo lo que se vota afirmativamente es válido por ese simple hecho numérico. Aunque se trate de una voluntad libremente expresada. Aunque sea muy mayoritaria. Sin necesidad de recurrir siempre al ascenso de Hitler al poder en Alemania, la historia guarda ejemplos claros de decisiones tomadas democráticamente que fueron injustas e inválidas.

Pero es que no es verdad que solamente buscan que 'se celebre' la consulta. Quizá algunos sí creen que el objetivo se reduce a eso, pero los promotores de esta movida lo que quieren en realidad es la independencia de Cataluña. Es la realidad y no caben camuflajes.

Pueden envolverse en buenismos como lo apuntados al principio (votar no es malo, hay que saber lo que opinan los ciudadanos...), pero lo que se quiere es separar a Cataluña de España. Y una decisión así no está en manos de la Generalitat, ni del conjunto de los catalanes, ni del Gobierno de España (cualquiera que sea), ni tampoco de los parlamentarios que integran Congreso y Senado y que son expresión de la soberanía popular.

La palabra la tienen los españoles, la totalidad de ciudadanos de este país llamado España, que son los depositarios y protagonistas de la soberanía popular. A ellos les corresponde hablar y no se les puede arrebatar esa potestad.

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