A quién se la juega Pedro Sánchez

La mítica pareja cómica Tip y Coll hicieron famoso el estribillo "Dame la manita, Pepe Lui", que entonaban al inicio o al final de sus actuaciones, en las que no pocas veces aparecían precisamente así, cogidos de la mano. Y lo mismo en los carteles publicitarios.

Cuando, nada más fracasar la segunda votación de investidura, Pedro Sánchez anunció que él y su colega de Ciudadanos, Albert Rivera, iban a formar un todo indisoluble, una unidad absoluta, y que pensaban presentarse juntos en cualquier contacto, entrevista o negociación, a algunos malpensados dirigentes del PP les vino a la memoria el cántico "Dame la manita" de Tip y Coll.

Dentro de esa dinámica unitaria, el secretario general del PSOE llegó a argumentar que "tenía" más escaños que Mariano Rajoy, ciento treinta frente a ciento veintidós, por el procedimiento de acumular también los de Ciudadanos como si se tratara de una fuerza política única.

Sin embargo, Pedro Sánchez acaba de viajar a Barcelona, para entrevistarse con Puigdemont, y lo ha hecho solo. Sin el esperado acompañamiento de su socio Albert Rivera, incumpliendo así la promesa de fidelidad. Algo que ha sentado a cuerno quemado al susodicho y a sus compañeros.

Con tal gesto, el líder socialista ha puesto en práctica un doble y peligroso juego, que además traiciona los sentimientos profundos de sus socios, porque está operando por libre en un asunto crítico: el presente y futuro de Cataluña. Sánchez ha ido a ofrecer un cambio en el Estatut que complazca al independentismo militante de Puigdemont... sin contárselo a Albert Rivera y solicitar su visto bueno.

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Es de suponer que Pedro Sánchez conoce el alcance de su movimiento. Que ha cuantificado los posibles daños y que, a pesar de todo, ha decidido seguir adelante. Es decir, asume la posibilidad, y aun la probabilidad, de una inminente ruptura de Ciudadanos.

Avanzando un poco más, cabe también concluir que, de cara a la ansiada investidura como presidente del Gobierno, el líder socialista empieza a dar por descontado el descuelgue de los actuales socios. Y ello tendría que ser porque apuesta por otra solución. Por 'la otra' solución: contar finalmente con Podemos.

De ser así, me pongo en el pellejo de Albert Rivera y entonces me tiraría de los pelos por no haber escuchado a la derecha portuguesa cuando le avisó de que tuviera cuidado con Pedro Sánchez porque a ellos, en Portugal, los socialistas les traicionaron en el último minuto y pactaron el Gobierno con toda la izquierda.

Lo que ocurre es que en cabeza ajena siempre ha resultado difícil escarmentar.

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