José Apezarena

Los límites del periodismo

La salida de la cárcel de Miguel Ricart ha proporcionado el espectáculo de ver cómo le perseguían unos cuantos periodistas, peleando, no sólo por captar imágenes, sino también por conseguir unas declaraciones suyas.

Me debato en un mar de dudas. Por un lado, creo que presenciar la puesta en libertad de un asesino convicto, autor de la muerte de las niñas de Alcásser, puede ofrecer cierto interés informativo. Pero, al mismo tiempo, no tengo nada claro qué aporta el conseguir unas declaraciones suyas.

¿Qué tiene que decir una persona condenada por tres asesinatos que no parece que se haya arrepentido de sus fechorías? Y, sobre todo, ¿qué interés pueden tener sus palabras? Pero, más aún, ¿por qué darle cancha?

En un caso como éste, los argumentos periodísticos a manejar son el interés general, por un lado, y la competencia entre medios, por otro. Es una opinión, pero me parece que ninguno de los dos justifica andar persiguiendo a Miguel Ricart.

Cosa distinta son intereses de audiencia. Me refiero, por supuesto, a las televisiones. Aquí nos salimos ya de lo informativo para entrar en terreno algo más resbaladizo. A lo mejor una entrevista en plató, transmitida por una cadena nacional, conseguiría un enorme tirón. Por supuesto, aclararán que se hace sin pagar un euro por ello (al menos es lo que se proclamaría). Faltaría más.

Pues, a pesar de todo, me parece que esta entrevista no habría que ofrecerla. ¿Ni siquiera para decir que se arrepiente? ¿En ese casi, sí? No lo tengo claro del todo, pero mi primer movimiento es que ni siquiera en ese caso.

 
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