Un rey de diez

Felipe VI

Se cumplen hoy diez años de aquel 19 de junio en el que Felipe de Borbón fue proclamado rey de España, en el marco de una abdicación casi obligada porque la Corona se encontraba en números rojos.

Ante las Cortes, ante los españoles por tanto, se comprometió a promover una monarquía renovada para un tiempo nuevo. Que fuera cercana a los ciudadanos, merecedora de su respeto y confianza, que observara “una conducta íntegra, honesta y transparente”.

Y en ello se ha empleado con determinación Felipe VI, alejándose así de comportamientos pasados que marcaron con intensidad los últimos años del reinado de su padre.

En lo económico, ha aplicado la luz y taquígrafos a las cuentas de La Zarzuela, se ha mantenido ajeno a negociaciones...

Estos diez años, Felipe VI ha debido tomar decisiones muy dolorosas, como fue retirar el ducado de Palma a su hermana, la infanta Cristina, imputada junto a su marido. Y especialmente dar el visto bueno a la salida de su padre hacia Emiratos Árabes. A lo que se añadieron las sucesivas trabas a sus visitas a España, aunque solo viniera para competir en Sanxenxo.

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Don Felipe quiere y admira a su padre, reconoce el papel desempeñado en la instauración de una democracia moderna para España, pero también asumió que su figura se había convertido en un problema, en un obstáculo para la continuidad de la Institución. Y ha actuado en consecuencia, alejándolo del escenario nacional. Puede afirmarse, sin temor a equivocarse, que, en este terreno, Felipe VI ha actuado como rey antes que como hijo.

El momento más difícil lo vivió el 3 de octubre de 2017, dos días después de la intentona separatista de Cataluña del 1-O. El rey decidió que tenía que salir al paso y proclamar rotundamente su oposición a que se rompiera España. Desde su despacho, con rostro severo y tono firme, dejó claro que los independentismos, de cualquier signo, nunca contarán con la complicidad, y menos aún la complacencia, del rey de España.

Ciertamente, aquel día, Felipe VI se la jugó. Quiso hacerlo, asumió el reto y ganó. Como se ha dicho más de una vez, fue su ‘23-F’. Por el que, sin embargo,  ha tenido que pagar un precio: la animadversión de los separatistas.

Y también, aunque posiblemente se trata de una situación coyuntural, en este tiempo ha tenido que convivir, y convive, con la novedad de un Gobierno en el que tienen asiento ministros declaradamente republicanos. No teóricos, o solo de sentimiento, sino beligerantes, que incluyen en su programa el objetivo de acabar con la monarquía.

Por eso mismo, Felipe VI ha necesitado moverse con mucho cuidado. En medio, a veces, de las descortesías, desmanes y desplantes del mismísimo presidente del Gobierno.

Asumió una Corona tambaleante y ha conseguido estabilizarla y consolidarla. Del suspenso que arrojaban las encuestas hace diez años, hoy la monarquía alcanza valoraciones por encima del notable, con un rey aceptado por los ciudadanos con absoluta normalidad. Con aquellos precedentes no resultaba fácil. Puede decirse que todo ha salido bien.

¿Desafíos? El reto más complicado son los nacionalismos, cada vez más atrevidos, como se comprobó con los episodios del ‘procés’, y que ahora aprovechan que el Gobierno precisa de sus apoyos para mantenerse en el poder. Los separatismos han encontrado y encontrarán en Felipe VI uno de los principales rivales.

Y otro desafío, del que es muy consciente, consiste en convencer a los españoles de que la monarquía es útil al país.

Uno más es ganarse a los jóvenes, quienes, según las encuestas, son los que se muestran más lejanos. Y aquí aparece la figura de la princesa Leonor,  que se ha convertido en un descubrimiento, base de la sorprendente ‘leonormanía’ que se instaló hace unos meses en el país.

Leonor ofrece la tranquilidad de que la heredera muestra, al menos por ahora, cualidades dignas del futuro que le espera, y de que se está preparando de una forma muy cualificada. Está siendo el ‘enganche’ de la monarquía con las nuevas generaciones, con la juventud, que le sigue atentamente en redes sociales y ve en ella alguien que les resulta especialmente cercano.

¿Qué le falta a un rey de diez? Trasladar de manera rotunda a los ciudadanos que la monarquía constituye un sistema de gobierno fiable y adecuado, eficaz y también moderno, tal y como han asumido en Inglaterra, los países nórdicos...

Siempre he dicho que en España ha faltado una ‘pedagogía’, o quizá llamarlo marketing, de la monarquía. Es algo que nunca se ha hecho.

editor@elconfidencialdigital.es

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