Felipe González y la III República

La entrevista de El País ha continuado provocando batalla estos días, la última el viernes, en el Parlamento Vasco, con Patxi López respondiendo a los nacionalistas que, si creían que tras esas opiniones se ocultaba algún hecho delictivo, acudieran a los tribunales. Y, por cierto, no hay que descartar que alguien lo intente. Por ejemplo, la viuda de García Goena, que ya ha asomado por las páginas de El Mundo.

Parece evidente que el ex presidente del Gobierno no se ‘equivocó’ al hablar así, diciendo que pudo ordenar que volaran la cúpula de ETA. No se trató de un desliz conversacional. Primero, porque resulta impensable en un político de su veteranía. Segundo, y definitivo, porque desde el periódico le enviaron, con bastante antelación, el original que pensaban publicar, incluyendo los titulares.

Felipe González ‘quiso’ soltar lo que soltó y, atendiendo a su experiencia política, sabía muy bien lo que se iba a montar a continuación.

Un sentimiento de culpa

Buscando explicaciones de su proceder, para algunos Felipe González, que carga sobre sus espaldas el estigma de la guerra sucia, ha buscado con esas declaraciones un descargo de conciencia, la paz interior que buscaba desde hace años. La interpretación del sentimiento de culpa aliviado me parece excesivamente ingenua.

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Según otros, lanzó al aire una pieza de distracción, para intentar aplacar temas de actualidad más hirientes, como las sospechas de que el Gobierno estaba negociando con ETA un final a cambio de consentir la presencia de Batasuna en las elecciones municipales de mayo. Demasiado cañonazo para cazar una mosca tan pequeña, en mi opinión.

Y hay quienes, con un cierto planteamiento psicológico, sostienen que Felipe González considera que la nación no ha sido justa con él, no ha reconocido suficientemente sus méritos, y que ello ha sido por el lamentable final que tuvo, sobre todo con la basura del GAL en sus manos. Siguiendo esa interpretación, su declaración pretendería reflejar que no se portó ‘tan mal’, porque no quiso volar a la dirección de la banda.

La III República

En este repaso, no me resisto a recoger una última interpretación. No es una invención. Hay quien, presentado como bien informado y con contactos, va por ahí expresándolo en público, incluso en foros relativamente numerosos.

Según este personaje, la entrevista forma parte de una ‘operación’ de Felipe González dirigida a convertirse, en un plazo no muy lejano, en presidente de la III República, advenimiento que, por lo visto, el ex líder del PSOE y del Gobierno, considera próximo.

La inesperada invocación del GAL tendría como finalidad, pues, debatir ahora tan espinosa cuestión y solventarla ya, cerrando así ese inquietante capítulo, antes de que llegue el momento de encabezar el cambio de régimen.

Ni que decir tiene que esa teoría, que, como digo, se ha proclamado en público, me parece peregrina, además de técnicamente irrealizable. No solamente no me creo que Felipe González abrigue el sueño de encabezar esa revolución republicana. Pero es que, además, prácticamente nadie la demanda. E incluso, en el supuesto de que estuviera diseñándose, tendría que dar pasos tan complejos y dilatados en el tiempo que, si en este preciso momento se iniciara la andadura, seguramente el supuesto ‘candidato’ se colocaría en los 90 años antes de que pudiera culminar con éxito. Demasiado.