Ni Zapatero ni Rajoy van a hacer caso al rey

Me consta que a don Juan Carlos le inquieta, y mucho, lo mal que lo estamos pasando los españoles. El llamamiento lanzado esta semana tiene, sin citarlos, como destinatarios a los dos grandes partidos, a cuyos líderes reclama, insisto, sin citarlos, que abandonen las diferencias para trabajar juntos en la búsqueda de una salida a la grave situación que sufre España.

Parecería que el sentido común, además del sentido del Estado y aun el patriotismo, les obligarían a hacerlo.

El monarca conoce que cada vez son más los ciudadanos, las familias, castigados por la penalidad de un derrumbe económico como hace mucho que no se conocía. Y sabe que a la generalidad de los españoles les inquieta lo que ocurre, pero más aún no escuchar una voz que aglutine el esfuerzo de todos.

No es la primera vez

No es la primera vez que don Juan Carlos se dirige a los líderes de los dos grandes partidos nacionales para pedirles que se reúnan y cooperen al unísono en la solución de la crisis. Algunos de esos mensajes ni siquiera han sido públicos.

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Detenido en Nerja un prófugo escocés
cuando practicaba calistenia

 

Una de las veces, llegó a convocar en La Zarzuela, sucesivamente, a Zapatero y a Rajoy, para plantearles la conveniencia de ese unir esfuerzos. Habría casi bastado dejarse ver juntos, fotografiarse dándose la mano, para que los españoles hubieran entendido que ambos a dos, de común acuerdo, se ponían a la tarea. Y eso, por ejemplo, habría lanzado al mundo económico, a los emprendedores, un mensaje de esperanza que habría movilizado sus energías y provocado que se pusieran en camino. Las cosas quizá habrían cambiado.

Pero la llamada cayó en saco roto. Ni uno ni otro pusieron de su parte para que la petición tuviera éxito. No hubo reunión, ni fotografía, ni nada.

Volvió el rey a reclamarlo en su discurso de Navidad, con el mismo resultado: los dos dirigentes hicieron oídos sordos.

Una “alfombra” a Zapatero

A pesar de que sabe que, con iniciativas así corre el riesgo de desgastarse, don Juan Carlos lo ha demandado ahora de nuevo. Y ya se ha dejado los primeros jirones, porque no han faltado quienes han proclamado, desde distintos altavoces, que con ello el monarca ha colocado una “alfombra” a Zapatero, es decir, ha pretendido echarle una mano para salir del atolladero en que se encuentra con la crisis.

¿Tendrá ahora éxito la demanda del rey? En mi opinión, no. En el caso de Zapatero, no ‘puede’ acogerla, porque recurrir ahora a su rival equivaldría, desde su punto de vista, a reconocer que necesita ayuda, que él no puede con todo, que no es capaz en solitario de arreglar el enorme desaguisado.

Y Mariano Rajoy no dará tampoco un solo paso, como no lo ha hecho hasta ahora. Desde su punto de vista, no le interesa. Le ‘conviene’ más dejar a su rival cociéndose en su propia salsa y que, ya que ha creado el problema, lo pague hasta el final. Algo que, en su opinión, le conducirá en 2012 a ganar las elecciones.

Dos años sin gobernar

Por si faltara poco, hemos caído, de hoz y coz, en tiempo electoral. Faltan pocos meses para las elecciones catalanas, e inmediatamente después entraremos en la campaña de las municipales y autonómicas de 2011, a las que seguirán las generales del siguiente año.

Cuando los partidos, y sus líderes, se embuten el uniforme de campaña, queda descartado cualquier gesto de condescendencia, acercamiento y comprensión hacia el enemigo. Más bien al contrario, lo que toca es la batalla total, el enfrentamiento, la descalificación y la demonización del rival. Es lo que nos viene ahora.

Con una consecuencia de enorme gravedad. Que se va a dejar de gobernar. El Gobierno, su presidente, su partido, van a quedar engolfados en la dramática pelea por revalidar la victoria del 2008. Ése va a ser su única mira, su prioridad y el objetivo de cualquier gesto y esfuerzo. Y lo mismo va a practicar la oposición.

Y así, como si se tratara de una maldición bíblica, este país, que lo está pasando tan mal, que se dedica a destruir empresas y puestos de trabajo, a desmontar el exitoso tejido económico levantado con tantos esfuerzos, durante los próximos dos años se va a olvidar de la economía para dedicarse a la lucha partidista.

O sea, todo lo contrario de lo que necesitamos, y de lo que ha reclamado el rey.

El hombre que ya no ve amanecer

Además, esta semana contempla lo que empieza a ser la agonía de un hombre que ya no ve amanecer. Baltasar Garzón lo huele tan mal, que ha movilizado todos los resortes a su alcance, incluyendo voces internacionales, en su mayoría alineadas y tiznadas ideológicamente.

Alguno ha exclamado que la defenestración del juez sería un golpe a la democracia y hay quien lo ha equiparado a otro 11 M. Son palabras mayores. La democracia no es el juez Garzón, ni, por supuesto, le esencia del Estado se resume en su persona.

Llamativo resulta la escasa intensidad que se pone desde el Gobierno por sostenerle. Todo un síntoma de que las cartas la vienen mal al otrora juez estrella. A quien, por cierto, muerden los talones, no los derechosos irredentos, sino algunos cualificados hombres de izquierda, entre los que figuran Luciano Varela y hasta Margarita Robles.

Lo tiene crudo Baltasar Garzón. Pero tampoco habría que rasgarse las vestiduras. Si lo hizo mal, si prevaricó y así lo estima el Tribunal Supremo, debe ser condenado. Y no pasará nada. A lo más, que probará su propia medicina, administrada hasta ahora de forma tan peculiar.

Y una coda final. La remoción del magistrado va a liberar el “caso Faisán”. Con todo lo que provocará a continuación.