Un modelo federal para España no arregla nada

Los socialistas se van pronunciando cada día con más contundencia por la fórmula federal para España, como posible solución a los desarreglos a que ha conducido el Estado autonómico.

Tengo que decir que, a mí, una España federal no me provoca ningún rechazo de entrada. Depende de qué se quiere decir con esa definición.

Si por sistema federal se entiende un conjunto de territorios (estados, como se llaman en los Estados Unidos y Brasil, ‘lander’ como en Alemania) con las mismas prerrogativas de autogobierno, pienso que esa fórmula nunca será aceptada por los nacionalismos catalán y vasco, por poner un ejemplo.

Es bien conocida la historia de aquella reunión de un presidente del Gobierno con Jordi Pujol en la que le planteó que fijara, sin dejarse una, todas las demandas de Cataluña, con la idea de satisfacerlas y así poner punto final a sus reivindicaciones.

No hubo forma de llegar a un acuerdo, porque el líder catalán temía que, después, esas mismas competencias se atribuyeran también al resto de territorios. Algo inaceptable para él, porque su reclamación última, por aquello del famoso hecho diferencial, es ser ‘más’ que los demás.

Si por estado federal se entiende que los territorios van a tener distintas competencias, tampoco resolvemos el problema. Porque exactamente eso es lo que ahora existe. Y no funciona.

A estas alturas de la historia de España, me parece altamente improbable que unas autonomías admitan quedar en inferioridad de condiciones respecto a otros territorios teóricamente más ‘históricos’. Nadie va a admitir ser postergado o quedarse rezagado.

Entonces, ¿cuál es la salida? No lo sé. Seguramente habrá que trabajar mucho más las posibles soluciones. Pero, en todo caso, será imprescindible un pacto global entre los territorios que sea aceptado por todos. Si no, no hay solución. Seguiremos como hasta ahora. O peor.

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