Cesar y dimitir

Magdalena Álvarez sigue de actualidad y, a juzgar por la pasividad del presidente del Gobierno y la insistencia –estéril hasta el momento- de Mariano Rajoy en pedir su cese, va a seguir en el candelero político más tiempo del que debiera.

Una gestión nefasta sin paliativos y, lo que es peor, en opinión de la práctica totalidad del espectro político, debería llevar a la dimisión inmediata de cualquier responsable político con independencia de que quien le nombró quiera o no esa marcha.

Y ahí, se confunde la recalcitrante Ministra de Fomento. Su dimisión no sería una huida ni mucho menos una deserción; sería, pura y simplemente, un ejercicio de responsabilidad ciudadana.

Y yerra de nuevo Álvarez cuando confunde cese y dimisión. Como ella ha dicho el cese es potestad exclusiva de quien la nombró. En nuestro ordenamiento constitucional la potestad de nombrar y cesar ministros es competencia exclusiva del Presidente del Ejecutivo. La dimisión no. La dimisión es una de las atribuciones libres e individuales de quien ostenta un cargo. Es una decisión absolutamente individual en la que nadie más que el interesado tiene la última palabra. Se dimite y se marcha uno a su casa quiera o no quiera el responsable del nombramiento.

Dicho lo anterior, ni Magdalena Álvarez es la única responsable del caos de los servicios públicos, de la quiebra de las infraestructuras o de los colapsos en las autopistas o de los apagones eléctricos.

El Ministerio e Fomento es uno de los más “transversales” de la Administración y sus responsabilidades son compradas con otras muchas dependencias de la administración central, autonómica o municipal, amén de otros departamentos del Gobierno.

Si damos por sentado que Magdalena Álvarez tiene que dimitir por una mala gestión, hay que concluir que no se debería marchar sola. No es la única responsable.

Si admitimos que la ministra de Fomento debe de dimitir porque su departamento no funciona, se amontonarían las dimisiones en la mesa de José Luís Rodríguez Zapatero.

Todos están interpretando su papel: la Ministra de Fomento afirmando que no dimite porque ella quiere dar la cara hasta e final y deja la decisión al Presidente. El Presidente cumple su –en este caso papelón- mirando hacia otro lado y diciendo aquello de a mí no me dimite nadie y la oposición aprovecha y muerde dónde cree que hay tajada.

 
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