Gallardón, donde solía

Algo se mueve en el Partido Popular. Algo huele –no diría que a podrido-, pero olor hay en la calle Génova. La ofensiva mediática, con entrevistas y más entrevistas a Mariano Rajoy y con repeticiones del reportaje de la intimidad del líder y las declaraciones más o menos prudentes de algunos dirigentes –incluido Arenas- hace pensar que algo está cociéndose en el primer partido de la oposición.

El trágala de Mayor Oreja como candidato a Europa le ha salido rentable a Rajoy, que ha protagonizado la victoria del político vasco igual que protagonizó el triunfo de Núñez Feijoo en Galicia. Las dudas que surgieron a raíz del nuevo organigrama gestado y alumbrado en Valencia se han disipado -de momento- tapadas por los votos para Bruselas y para Compostela, y así van tirando hasta ver pasar el cadáver de su enemigo.

Porque eso es, al parecer, lo que quiere Mariano Rajoy. Pararse y esperar. Es aquello que decía Franco de Gibraltar, lo de la fruta madura, y Rajoy espera a que el propio Rodríguez Zapatero madure y hasta se pudra y se caiga del árbol de La Moncloa.

Mientras, hay que ‘eliminar’ al menos por ahora a Ruíz Gallardón y hay que ‘secar’, también por ahora, a Esperanza Aguirre. A ambos se les pasará el arroz y con Juegos Olímpicos o sin ellos se les están acabando las posibilidades, y ya sólo se pueden agarrar al bastón de alcalde el uno y al sillón de presidenta de la Comunidad la otra.

Pero hay un problema y en Génova se habla de él con poca discreción: a Rajoy también se le acaba el tiempo. Ya no tiene más alternativa que ganar las próximas generales. Si vuelve a perder se tendrá que ir a casa, y los posibles sucesores se encontrarán un partido dividido y maltrecho. Si llega a La Moncloa todo seguirá igual y los dos dirigentes madrileños acabarán sus días políticos en sus respectivos despachos de La Puerta del Sol y de La Plaza de Cibeles.

En cualquier hipótesis, la colaboración de Mariano Rajoy con Ruíz Gallardón y con Esperanza Aguirre es más que otra cosa un pacto de no agresión. Un pacto de esperar y ver y procurar no dar pasos en falso.

Todo muy prendido con alfileres y dependiendo de que Rodríguez Zapatero sea capaz de recuperarse o de que la economía mejore un poco, sólo un poco, porque hay grupos políticos que están como locos por la música de pactar con el Partido Socialista y sólo pactarían con el Partido Popular si la victoria de Rajoy no diera cancha para ninguna otra opción.

 
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