Un Gobierno con el agua al cuello en cada votación parlamentaria y una oposición que chapotea en el Supremo.

La crisis económica y la falta de ideas para paliarla cuando no es posible atajarla, está dejando al Gobierno de Rodríguez Zapatero en evidencia una sesión parlamentaria sí y otra también. Aprobar el techo de gasto con un goteo de abstenciones que no se sabe de qué planteamientos políticos llegan es una rémora de la que cualquier Gobierno sale malparado.

Si un día es la esperpéntica negociación de usar y tirar con Izquierda Unida, otro será parir el ratón de la abstención de Convergencia y Unió. Poca capacidad de negociación y mucha menos habilidad para la maniobra.

Un Gobierno puede perfectamente gobernar en minoría siempre y cuando tenga una línea política clara, una idea de la economía y unos objetivos bien definidos y, sobre todo, un sentido diáfano del pacto, con quién pacta, qué pacta y para qué pacta. El Gobierno no tiene nada de esto y así le va –por mejor decir así nos va- en las votaciones parlamentarias, en las iniciativas legislativas y en las reformas -supuestamente estructurales y supuestamente económicas- que nuestro país necesita.

Tercia Trichet con sus planteamientos catastróficos o habla el gobernador del Banco de España con sus profecías u opinan los empresarios hablando del paro, de los despidos y de las posibilidades de detener la sangría del desempleo, pero el Gobierno mira para otro lado y se refugia en la mitinera cantinela de que no se van a tocar las políticas sociales que después, en la práctica, sí se tocan.

Si hubiera que definir con una sola palabra la situación del Gobierno de Rodríguez Zapatero posiblemente la más adecuada sería desconcierto. La falta de coordinación es manifiesta y en el Partido Socialista se habla de la pérdida de ‘reprisse’ de María Teresa Fernández de la Vega desde la llegada de Elena Salgado –que, por cierto, en sus rondas autonómicas ha dejado sin mover un músculo, con las vergüenzas al aire a Manuel Chaves, que además de tener bastante con lo que tiene en Andalucía por parte de hija, sigue sin encontrar un lugar en el Gobierno, ni al sol ni a la sombra-.

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A lo anterior hay que añadir el grano en el trasero de la ministra de Defensa, un grano que se llama CNI y que está a punto de reventar y no revienta, con lo que eso duele; y los devaneos energéticos de Doñana con Miguel Sebastián a la cabeza; y las batallas éticoeróticofestivas de Bibiana Aido; y las salidas de pata de banco de Leire Pajín, que aunque no esté en el Gobierno –tampoco en el senado- no se priva de hacer declaraciones más o menos sustanciosas.

Sólo se libra de la quema Pérez Rubalcaba, gracias al oxígeno que le ha dado el flamante lehendakari.

Y poco más. En esas condiciones pilotar una crisis económica y social no es fácil para nadie, pero menos para la inanidad  de la que hace gala el presidente del Gobierno.

Y ante todo eso, la oposición también está sumida en el desconcierto, y no sólo el procedente de los problemas judiciales de su tesorero. En el caso Bárcenas, aparte de que se le reclame a él la toma de alguna decisión por drástica que sea, también hay sectores del Partido Popular que esperan una medida de Rajoy, también drástica. Lo que ocurre es que a estas altura del asunto, el propio Rajoy se ha atado las manos y cualquier decisión que tome, la de actuar o la de esperar al Supremo, va a ser más que mala para los populares.

Y, como siempre, nuestros políticos en la batalla absurda de las declaraciones pretendidamente duras contra el adversario. De Leire a Soraya, de Rubalcaba a Pujalte, de Montoro a Salgado, de Bibiana a Cospedal o de Chacón a Salmones.

Menos mal que de vez en cuando Blanco deja de hacer arrumacos –políticos, por supuesto- a Esperanza Aguirre y suelta alguna de las suyas contra la derecha de siempre o contra la Iglesia, aprovechando que él es católico de toda la vida e incluso monaguillo en Palas de Rei.

Bono las ve venir desde lo alto del ‘ostensorio’ que heredó de Landelino Lavilla, entre cristianos anda el juego, y permite en el follón del CNI aquello que dicen los niños de ‘secretitos al oído son de viejas sin sentido”.

Y para terminar la semana, Gallardón en la caverna -de Sol, se entiende- mientras nos estamos quedando sin ricos y la vicepresidenta económica retocándonos los…impuestos.