Políticos domingueros

No me estoy refiriendo a los puntos del carné de conducir que pueden perder los políticos si circulan los domingos con su coche, entre otras cosas porque no hay demasiados políticos que circulen en coche propio ni siquiera los domingos. Aludo a la indumentaria dominguera de los prebostes políticos. Una indumentaria francamente hortera, tirando a la uniformidad, al mimetismo que, como no la cambien -como me tiene dicho mi portero-, un día vamos a tener una desgracia.   Todo evoluciona gracias a este Gobierno progresista y moderno que tenemos y –como no podía ser menos- también evoluciona la indumentaria dominguera de nuestros políticos.   Atrás –en la memoria histórica, ahora tan de moda- quedan las zamarras de ante de Felipe González y las guayaberas de José María Aznar. Ahora la moda es el sincorbatismo pero con americana clásica. Un horror.   Otra moda, no sé si de la progresía reinante, es la de los mítines del fin de semana. Todos los políticos, esos mismos que antes se dedicaban a la familia, emplean ahora sábados y domingos en viajar “por provincias”. En el partido les organizan una comida o una cena, discursos –con jóvenes de fondo-, besos, aplausos y sonrisas triunfantes, y así salen en todos los telediarios y en los periódicos.   Es una especie de campaña electoral pero con hipo, sincopada, a saltos, como a ratos perdidos. Eso es lo que llaman conectar con las bases, tomarle el pulso a la calle, ponerse al alcance de los ciudadanos.   La verdad es que es pura filfa. Como siempre, hablan a los convencidos, difícilmente dicen nada nuevo, se descalifican –la progresía llama descalificaciones a los insultos- y hasta la semana que viene que se van a otro mitin.   Pero, eso sí, se copian unos a otros la indumentaria. Una vestimenta que debe de tener un cierto aire de desenfado, de modernidad y de juventud. Y, para eso, nada como quitarse la corbata y aparecer descamisados pero con chaqueta.   ¿Llevarán la corbata en el bolsillo y se la pondrán cuando los adictos ya estén alejados? Me asalta la duda. Hace años decían las malas lenguas que Jorge Cafrune -aquel cantautor progre que defendía a los desheredados de la fortuna mientras se forraba- iba por los pueblos de su América natal y entraba en carreta de bueyes y vestido de gaucho, más bien sucio y desarrapado, se supone que del polvo del camino, y previamente había dejado el mercedes a las afueras, lejos de miradas indiscretas. Nuestros políticos llegan en coche, pero lo de quitarse la corbata es todo un detalle.   Elegantes pero informales. Antes muertos que sencillos.

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