El dos de mayo en la Puerta del Sol y la carga de los mamelucos en los juzgados.

Y, como en los cuadros de Goya, va a haber víctimas, políticas pero víctimas al fin y al cabo.

La que se ha montado en el Partido Popular, con motivo de los supuestos espionajes que supuestamente benefician a unos y supuestamente perjudican a otros, es de órdago a la grande. En Génova están absolutamente desconcertados. Mariano Rajoy ha visto cómo el problema Gallardón-Aguirre le estalla en las manos y se le ha ocurrido la peor de las soluciones, que es dar carta de naturaleza a la existencia de ‘hechos graves’ que hay que investigar.

Lo que ha pasado –si es que ha pasado- y lo que puede pasar, afectará directamente al partido, y Génova tendrá que tomar cartas en el asunto, pero sin notas públicas, porque si lo que dicen que ha pasado ha pasado, es más bien cosa de los tribunales de justicia y, además, en la sala de lo penal. La nota es, cuando menos, prematura, entre otras cosas porque pone en berlina a una de las partes.

Porque, lo quiera o no Mariano Rajoy, hay partes. Los desencuentros entre Alberto Ruíz Gallardón y Esperanza Aguirre son serios y los consiguientes entre sus equipos son graves. Rajoy nunca ha querido verlo, o al menos no ha puesto el remedio cuando era oportuno, y sea por Caja Madrid, por inquinas personales o simplemente por rivalidad política, el problema existe y está sin resolver desde hace tiempo.

Otra de las graves consecuencias para Mariano Rajoy que se desprenden de la batalla Aguirre-Gallardón, es que a nadie se le oculta que en el fondo de esa batalla -o quizás no tan en el fondo- está la sucesión del actual presidente del Partido Popular e incluso la candidatura a las próximas elecciones generales.

Aún admitiendo la gravedad del asunto de los espías, la trascendencia para los populares va más allá del ‘dos de mayo’ de la Puerta del Sol.

Lo han visto los socialistas, y Rodríguez Zapatero, con la sonrisa en los labios, se apresura a meter el dedo en la herida, y Blanco ni siquiera espera a que se convierta en llaga, ‘ya saben en Génova a quién hay que investigar’. Y es que éramos pocos y a González Pons se le ha ocurrido mentar a Interior en los de los espionajes, y por ahí Rubalcaba no pasa.

Y eso que están encantados con lo de Obama y  Blanco se ha ido a hacer las Américas para traerse votos de los gallegos. Antes de irse, el ‘demóstenes de Palas de Rei’ nos ha dejado dicho que las cosas ya no son como antes que ‘no buscábamos un encuentro con un presidente con el que teníamos bastantes discrepancias’. Pues si llegan a buscar la reunión con Busch, un día se los encuentra debajo de la mesa del Despacho Oval, dicho sea sin ánimo de señalar.

Pero es verdad que con Obama es otra cosa. Por ejemplo, Rodríguez Zapatero va a tener con él ‘encuentros periódicos y naturales’. Uno no quiere ser mal pensado pero suena raro.

 

Claro que el cambio en la Casa Blanca se nota aquí, no solamente en lo iguales que son Obama y ZP. Por ejemplo, Soraya Sáenz de Santamaría ha descubierto que envidia a los norteamericanos porque tienen un presidente que les infunde esperanza y no como el nuestro que sólo nos regala bombillas y nos dice que consumamos ‘ibéricos’.

Claro que en esto de la crisis no hay mal que por bien no venga, porque nos ha dicho Ruíz Gallardón  -entre investigación e investigación- que la crisis nos va a venir muy bien para lo de los Juegos Olímpicos, porque como no hay dinero y nuestros competidores deben hacerlo todo, nosotros tenemos ventaja porque ya tenemos mucho adelantado de la vez anterior.

Y además hay que contar con nuestra proverbial hospitalidad, aunque ha dicho Carod Rovira –me llamó Josep Lluís- que lamenta que los españoles no sean tan acogedores como los americanos o los catalanes que tienen, respectivamente, un presidente negro y un president andaluz. Pues los españoles, aunque no seamos acogedores, le llevamos pagando el sueldo a Carod Rovira –me llamo Josep Lluís- de los presupuestos que salen en el BOE, un montón de años.

Igual que se lo pagamos a los jueces para que ahora nos digan que se ponen en huelga. Y es lo que dicen algunos españoles (que no serán acogedores pero son graciosillos) ante los legajos que se aburren en los juzgados: ¡ah!, ¿pero no estaban ya en huelga? Sea como fuere, unos dicen que sí y otros que no, y Rodríguez Zapatero dice que lo digan ellos, y Bermejo los encabrita, y el juez Tirado siempre anda por medio. Lo que pasa es que el poder Judicial, en general, está de manos contra el gobierno.

Y, como en la carga de los Mamelucos, va a haber víctimas aunque Bermejo se empeñe en ponerse farruco.

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