La Semana Santa, un encuentro emocional

En su afán de darnos gato por liebre, los socialistas –o al menos algunos socialistas- han decidido que la Semana Santa es “un encuentro emocional”. Que nadie piense que tiene el menor carácter religioso ni que en estos días se conmemora algo parecido a que el Hijo de Dios, hecho hombre, nos redimió con su muerte para después, con su Resurrección, vencer a la misma muerte. El misterio más grande de la historia de la humanidad, lo han convertido estos frailes y “frailas” en un “encuentro emocional”.

Hay que reconocerles, además del descaro, un cierto ingenio y una dosis de imaginación nada común. Pero es lo que hay.

Han aprovechado lo que de lúdico e incluso de folklórico tienen algunas de las manifestaciones públicas de la Semana Santa,  y hasta las excursiones a la montaña o el paseo por las playas, para concluir afirmando que se trata de un acontecimiento puramente mundano que apela a la tradición y a la emoción  que genera esa misma tradición, pero nada más.

Y lo triste de todo este tinglado es que tiene una cierta base de razón proporcionada por una religiosidad superficial que, durante demasiado tiempo, ha ido tranquila y a gusto en el “machito” de la religión oficial, protegida, bien vista y hasta remunerada en muchos de los casos.

Es muy posible que los recientes y sistemáticos ataques del actual poder a la Iglesia Católica en las más variadas vertientes de la vida ciudadana, hayan provocado una reacción contraria. Son muchas las ciudades y los pueblos que han visto aumentada la asistencia a procesiones y oficios litúrgicos en esta pasada Semana Santa; pero también es verdad que el creyente se encuentra hoy, en España, en una verdadera encrucijada. Una encrucijada en la que está teniendo que “dar la cara” en circunstancias no demasiado favorables y en situaciones en las que no siempre está dando la talla.

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Son demasiados los que se consideran creyentes y dicen “no ser practicantes”; demasiados los que quieren una Iglesia a su medida o un Decálogo según sus gustos y sus apetencias. Los Católicos del “sí, pero”, abundan demasiado en España y ahora, que no vienen bien dadas para la Iglesia, se dedican a lamentarse y a constatar lo mal que hacen las cosas los “otros”.

Este afán insano de algunos, desde el poder, de desterrar toda huella de creencia religiosa en nuestro país y, más concretamente, todo lo que huela a Iglesia Católica, debería hacer reflexionar a muchos católicos, de esos a los que antes se denominaba de “misa de 12”, para que asuman sus responsabilidades como creyentes, con firmeza, sin folklorismos y en toda su integridad.

Ser cristiano no es estar ante una bandeja de pasteles de la que se toma el que gusta y se deja el que no gusta. Hay que tomar toda la bandeja, porque, en caso contrario, vienen y nos convierten la Semana Santa en un “encuentro emocional.