De Zapatero a Obama

Uno contemplaba con cierta envidia al presidente de los Estados Unidos en mangas de camisa, rodeado de su equipo, presenciando por televisión la votación de su intento de arreglar el asunto sanitario de sus compatriotas, mediante una ley que siete presidentes anteriores fueron incapaces de sacar adelante. La escena –difundida por todas las televisiones del mundo- era la viva imagen de la separación de poderes.

Frente a eso, semana tras semana, los españoles presenciamos las sesiones en el Congreso de los Diputados, con frases ingeniosas, sonrisas de medio pelo de bancada en bancada, ascuas cada vez más arrimadas a sardinas enanas y sin visión de futuro, y todo con un desprecio absoluto a Montesquieu.

Todos sabemos o intuimos los recovecos de la política americana. Ahí está esa magnífica película titulada ‘Tempestad sobre Washington’. Sospechamos e incluso conocemos cómo se negocia el voto de un senador o de un miembro de la Cámara de Representantes y hasta estamos perfectamente enterados de lo que le ha costado a Obama sacar adelante la ley de marras, con la oposición cerrada del grupo republicano y con más de 30 votos demócratas en contra. Pero eso es la política y eso es la libertad de los políticos que tendrán que dar cuenta de su voto a sus electores en pocos meses.

Y eso es precisamente lo que hace grande la política de un país con todos los lados oscuros que se quiera y con todas las vergüenzas que tenga que ocultar, que las tiene indudablemente. Pero hay una mentalidad democrática. La independencia de los legisladores tiene un margen más que aceptable y en cada votación se están jugando el prestigio ante sus conciudadanos.

El poder judicial, vitalicio en su más alto grado, asegura, al menos esa independencia también en las togas, que pueden tener barro, pero se les ha pegado de manera muy distinta a la que se usa en estos lares.

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Y es que en estos lares lo que domina es una partitocracia irrespirable en la que los votos están predeterminados con demasiado descaro, por muy democrático que sea ese descaro.

¿Alguien se imagina a Rodríguez Zapatero negociando, es un decir, la Ley del Aborto con los miembros de su partido disidentes y en desacuerdo con él?