Y ahora ¿qué?

Pasa el tiempo y con machacona insistencia van venciendo las letras que Rodríguez Zapatero ha firmado a lo largo de su gestión de gobierno. Por frivolidad, por desconocimiento, por simple apego al poder o con plena conciencia de lo que hacía, lo cierto es que el presidente del Gobierno ha sembrado el camino de minas, en forma de promesas, de frases mitineras o de concesiones imposibles.

Desde aquello de “aprobaré en Madrid lo que decidan los catalanes” ha llovido mucho, pero el mensaje sigue siendo el mismo: un político sin rumbo aparente, instalado en la improvisación sonriente, en el fraseo hueco, en la nada más absoluta y rodeado de ‘aplaudidores’ en forma de José Blanco o Alfredo Pérez Rubalcaba y de ‘paraguas agrios’ en imagen de Fernández de la Vega o de López Garrido. El resto, puros comparsas.

Y en estas estábamos cuando Juan José Ibarretxe decide que ha llegado ‘la plenitud de los tiempos’ y que, como lehendakari, tiene todo el derecho del mundo a preguntar a los ciudadanos vascos qué es lo que quieren, y que lo va a hacer en una consulta, referéndum, o como quiera llamarlo, comenzando su camino el 25 de octubre del año que viene. Y además. le da igual la Constitución española y lo que opinen quienes –incluso en su mismo partido- no están de acuerdo con él.

Se apresura el presidente del Gobierno y se apresuran ‘aplaudidores, agrios y comparsas’ a escenificar la respuesta. Contundencia, dureza en la mirada, frases rotundas y sílabas ‘mordidas’ para enfatizar, una vez más, la nada de la respuesta. Porque la realidad es que nadie ha respondido al lehendakari.

Por un lado se minimiza la situación, se acusa al Partido Popular de avivar y agrandar los conflictos y se toma a broma al lehendakari. ‘Se ha equivocado hasta de siglo’, según la frase felizmente aplaudida de Zapatero. Pura broma. ‘Es un visionario’, afirma la Vicepresidenta. Pura broma. ‘Se cree un mesías nacido en Llodio’, remacha Patxi López el hombre en Euskadi . Todo es broma.

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Dicen que se aplicará la ley, que se respetará la Constitución, que se le dirá que no, que se tumbará su proyecto y que va a escuchar al presidente del Gobierno de España. Vale.

¿Y...?

Ni la más mínima alusión a nada concreto; ni una sola mención a algo que se parezca a una respuesta en forma de toma de decisión inmediata; ni una palabra que pueda hacer pensar en un plan del Gobierno para atajar el desafuero, el desacato, el desprecio o simplemente el embeleco del político vasco.

Es como si nuestros gobernantes quisieran hacernos ver que todo es una broma, que nada va a ocurrir, en cualquier caso que ‘no es para tanto’.

Los españoles, incluidos los vascos, tenemos todo el derecho a una respuesta clara e inmediata de nuestro Gobierno a los disparates de Ibarretxe. Queremos conocer las medidas que se van a poner en marcha, sin esperas y sin falsas prudencias, exigimos información sobre el plan del presidente Rodríguez Zapatero ante la situación planteada.

A lo mejor se espera -eso sí- con prudencia y serenidad, a que la consulta se convoque formalmente, a que las papeletas estén impresas o a que las urnas se hayan instalado, para decirnos que ya no hay tiempo material de atajar los acontecimientos. Hay precedentes.

O, lo que es más probable, vamos a pasar de puntillas sobre el asunto para llegar a las generales, que es de lo que se trata, sin demasiados desconchones –por más que Alfonso Guerra, en su revista, ya ha detectado algunos- en la fachada del Partido Socialista.

¿Es que -lo que sería trágico- tan atadas tiene las manos el presidente del Gobierno?

Gara ‘dixit’.