El apaño

Se especula si el cambio de ministros es una crisis o es una remodelación. Contribuye a esta discusión el presidente Rodríguez Zapatero, que en su intervención ante los medios evitó cuidadosamente la palabra crisis. En su ignorancia, piensa que en la frase ‘crisis de Gobierno’ hay una connotación peyorativa y no es así. De siempre, ‘crisis’ se ha entendido como un cambio de Gobierno o sustituciones de ministros. Si lo que Rodríguez Zapatero ha querido evitar es que pensemos que su gabinete está en crisis, no lo ha conseguido porque –en este caso sí es adecuada la palabra- el Gobierno está en crisis. Y lo está desde hace mucho tiempo.

Y por eso el presidente ha hecho un apaño. Un apaño que, según él mismo dice, además de apaño ha sido una improvisación. Decía el domingo por la mañana en Ponferrada que solamente se cambiaría la cartera de Trabajo, cambio obligado por la marcha de Celestino Corbacho a la política catalana. Y de pronto, el domingo por la tarde –siempre en aseveraciones del propio Rodríguez Zapatero-, decide una remodelación amplísima.

Pero esa remodelación o como se le quiera llamar, no tiene el calado que se le pretende dar. Rodríguez Zapatero ha ‘tirado’ de lo que tenía más a mano, que no es mucho, y se ha limitado a colocar los peones de cara a las elecciones, a propiciar una mejor imagen y a preparar el terreno para la única baza electoral que le queda, que es la banda terrorista ETA. El resto son fuegos de artificio que no van a suponer cambio alguno. También, en palabras del presidente, ‘el rumbo está trazado’.

Pero hay un pequeño detalle que se le ha escapado y que se le puede volver en contra a las primeras de cambio: el pasado de los ‘remodelados’. Desde elecciones perdidas, tanto en el seno del partido como fuera de él, hasta pancartas callejeras contra la reforma laboral, en el retrovisor del Gobierno se ven demasiadas cosas. Hay de todo: pasados policiales y negociadores más o menos oscuros, jornadas preelectorales bochornosas, abandonos de siglas para pasar a consejerías ‘independientes’ o más que patadas a los socialistas vascos en el trasero de Patxi López.

No se trata de discutir nombres o hurgar en trayectorias académicas más o menos dudosas, sino de entender el porqué de algunos cambios y la presencia de algunos nombres.

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Y todo responde a lo mismo: a ganar tiempo y a intentar llegar a las elecciones ‘como sea’ y en las mejores condiciones posibles.

La otra incógnita es quién será el candidato del Partido Socialista en las generales. La presencia y el poder otorgado a Pérez Rubalcaba pueden hacer pensar que se prepara un relevo, pero será muy difícil que Rodríguez Zapatero renuncie. Una cosa es que se cubra las espaldas por lo que pueda pasar y que, visto lo visto, el único capaz de ser candidato sea el flamante vicepresidente y otra muy distinta que no haya indicios de que el presidente quiera marcharse. En los cambios está una de las claves para poder pensar que Zapatero se presentará. Espera que la economía mejore, aunque sea poco, espera que la calle tenga una mejor percepción de la acción de gobierno y espera que la ETA le facilite el camino. Esto último puede ser lo más triste y lo que más debe de preocupar a Mariano Rajoy que continúa en su letargo opositor de ver caer la fruta madura.

Y, encima, nos hemos quedado sin igualdad. Y los presupuestos sin portada.