Por la boca… Cataluña: Políticos con tortícolis

Ya sabemos que en las campañas electorales, las mentiras, las promesas y hasta las apariencias, están a la orden del día. El que luego, de esas apariencias y de esas promesas no queden más que las mentiras, es moneda de uso frecuente en el mundo político.

Las elecciones catalanas no podían escapar a esa regla inexorable y se miente, se promete y abundan las apariencias que no tienen el menor viso de realidad. Lógicamente cada uno va a lo suyo y cada formación política expone sus mentiras, lanza sus promesas y airea sus apariencias. Hasta ahí todo es más o menos normal y todo responde a lo que estamos acostumbrados. Pero resulta que pasado un mes de la puesta en marcha del 155 y todos los que intervienen en la política catalana, por fin, se han puesto de acuerdo en algo e intentan, cada uno a su manera, hacernos ver que la normalidad ha vuelto a esa autonomía. Son políticos con una especie de tortícolis crónica, adquirida de tanto mirar para otro lado.

Claro que igual es normal una campaña electoral en la que los candidatos están en la cárcel o huidos de la justicia. Igual son normales los contenidos de la televisión y la radio autonómicas. Igual son normales los acosos a jueces y fiscales. Igual son normales las campañas separatistas en los colegios. Igual son normales las cifras de la actividad económica que cada día se hacen públicas. Todo normal gracias al 155.

Y también deben de ser normales las declaraciones de algunos ministros en relación a Cataluña. Y, por supuesto, normales las relaciones entre Iceta y Sánchez. Y, faltaría más, normales las directrices de Podemos en Cataluña o las posturas (son varias) de Colau y hasta las salidas de pata de banco de Rivera. Y lo, más normal de todo, el periplo belga de Puigdemont.

Pero hay que mirar a otro lado y decir a los catalanes y al resto de los españoles que en Cataluña hay normalidad y que estas elecciones se van a celebrar normalmente.

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Demasiadas ‘normalidades’ como para que no suenen a falso. Y es que, como dice mi portero, no se lo creen ni ellos.