Por la boca… Ciudadanos se diluye

Ciudadanos tenía su espacio natural en Cataluña, en la lucha contra el separatismo y en ir ganando los votos de esa mayoría silenciosa que casi nunca se pronuncia pero que, al parecer, existe en Cataluña.

Bien porque en Cataluña ya hicieron todo de lo que eran capaces -que no era mucho- o porque la ambición de sus dirigentes hizo creer que iban a ser alguien en el ámbito nacional, dieron el salto y parece ser que, cada vez, es un salto más en el vacío.

Los resultados de las varias elecciones del pasado año, favorecieron a Ciudadanos y Albert Rivera se vio encaramado a los sillones de la negociación por la gobernabilidad. Su única línea roja era Podemos pero tanto con socialistas como con populares, la disposición a los pactos era clara.

Al final fueron los pactos con el Partido Popular, pero la escasez de escaños siempre ha hecho necesaria al menos la abstención del PSOE. La fuerza de Ciudadanos se ha ido diluyendo y lo que parecía ser un programa de gobierno pactado y que iba a obligar a Rajoy a pasar por los aros de los famosos puntos de Rivera, resulta que se ha quedado en el agua de borrajas de una pretendida regeneración de los corruptos y todo se reduce a pedir dimisiones de imputados y no en todos los lugares ni siempre.

El equipaje político de Ciudadanos se reduce en cada viaje por más que mantengan sus pretensiones, pretensiones que tampoco son fáciles de valorar dada la ambigüedad y la monotonía de sus postulados.

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Los pactos para acabar con la corrupción, por manidos y por asumidos por todas la formaciones, apenas dicen nada a los ciudadanos y los entusiasmos que levantan no son demasiado enfervorecidos. Ciudadanos empieza a no ser nada, sus propuestas cuentan cada vez menos y sus amenazas asustan poco.

Nunca ha sido fácil la postura de los llamados partidos bisagra, pero como Albert Rivera ni siquiera admite ser partido bisagra, se está quedando cada vez más enflaquecido políticamente.

La paradoja es que si Ciudadanos sigue con vida se lo debe a Pedro Sánchez con su terco ‘no es no’, porque si el ex secretario general de los socialistas hubiera tenido un mínimo de sentido de estado y permitido, sin malos humores, la gobernación del partido más votado, la existencia de Ciudadanos, por innecesaria, estaría muy cuestionada.