Por la boca… Empleo y sueldo

Con ocasión del Día del Seminario, dedicado a mostrar a los fieles la realidad de la vocación sacerdotal, los responsables de promover esas vocaciones han editado un video con una serie de eslóganes que, pretendiendo una insospechada puesta al día y empleando un lenguaje supuestamente moderno, hablan con total desenfado de sueldos, de trabajo fijo y de ‘aquí no hay paro’. Sin poner en tela de juicio, ni lo más mínimo, la buena voluntad y la mejor intención de esos responsables, son muchos los católicos que expresan su sorpresa por los contenidos y los planteamientos de la Iglesia española para recabar vocaciones al sacerdocio.

Uno pensaba que el ‘aggiornamento’ era otra cosa.

Como es costumbre, el pasado fín de semana, acudieron a las parroquias seminaristas que explicaron a los asistentes el sentido de su vocación, el por qué de su entrada en el seminario y las razones que les han impulsado a dedicar su vida a Cristo, y por Cristo a los demás, haciéndose sacerdotes. A uno le hubiera extrañado sobremanera escuchar a estos jóvenes hablar de sueldos, de seguridad en el empleo y de la falta de paro en el ‘sector’. Y le hubiera extrañado porque uno, siempre había entendido en las enseñanzas de la Iglesia, que el Orden Sacerdotal es un Sacramento instituido por Jesucristo, por el que el ministro ordenado actúa ‘in persona Christi Capitis’ y recibe un carácter indeleble en el alma para actuar en nombre de Jesucristo en relación a la gracia que confieren todos los Sacramentos, algunos de ellos tan fundamentales en la vida del cristiano como la Confesión o la Eucaristía.

Por supuesto que el hecho de ganar un sueldo, tener un empleo fijo y que no ronde el fantasma del paro, no contradice nada de lo anterior, pero el católico de a pié, que se aferra a las enseñanzas y al contenido del Catecismo de la Iglesia Católica, nota en el video la falta de términos como vocación, llamada, entrega, ministerio apostólico y un poquito más de contenido sobrenatural, para atraer a nuestros jovenes al sacerdocio. También hemos aprendido que nadie se arroga por sí mismo este oficio y que al Sacramento del Orden se es llamado por Dios. Otra cosa es que el sujeto discierna esa llamada y, de hacerlo así, la atienda de una manera positiva.

Dice también el Catecismo de la Iglesia Católlca que señales de esta vocación divina son: la fe íntegra, la virtud probada y la constancia de ánimo…y estar animado por una intención recta, que es la gloria de Dios y la salvación de las almas.

Puede parecer raro y hasta poco actual, pero en el texto del Catecismo, no aparece ninguna alusión al paro, al sueldo y mucho menos a la pasión por la aventura

Trivializar la vocación sacerdotal –por muy buenas que sean las intenciones de ‘puesta al día’- y convertirla casi en un anuncio de una sección por palabras dedicada a la búsqueda de empleo, no parece a muchos, ni el mejor camino ni la mejor forma, para que los jóvenes se planteen su vocación, es decir, la llamada de Dios al sacerdocio ministerial.

Pero como uno sigue confiando en los pastores de la Iglesia, uno piensa que el equivocado puede ser él.

 
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