Por la boca… Fútbol en verano

Se diga lo que se quiera el fútbol es para verlo con bufanda, guantes y gorro y si no fuera porque puede ser políticamente incorrecto, con un chupito de coñac.

Pero ahora con esto de los amistosos, los torneos veraniegos y las supercopas, empezamos a ver partidos en pleno mes de julio y la Liga empieza en agosto. Un sin sentido.

Y los aficionados se pierden algunos partidos porque están de vacaciones y hay que irse al bar de al lado en chancletas y bañador porque en el apartamento de la playa o de la sierra no hay televisión de pago y si la hay, la familia no quiere ver fútbol en verano. Un drama.

Pero lo peor viene cuando hay que aguantar los comentarios gritones y emocionados al máximo. Bien está que las cadenas, que se gastan sus dineros en la transmisión de un partido, traten de rentabilizar la inversión, pero de eso a que intenten venderlo como si estuviésemos viendo la final de la Copa del Mundo del Mundo, va un abismo.

Y los primeros tiempos son soportables. La novedad, los conocidos de la playa o del chiringuito que hacen sus comentarios, los nuevos fichajes, la cerveza que aún está fresquita, el aire acondicionado…

Pero –segundas partes nunca fueron buenas- el segundo tiempo es insoportable. Salen los juveniles, las promesas que para el ‘vendedor’ de la cadena, son la reencarnación de Maradona, el cansancio, ‘es que aún no tienen ritmo’, dice el entendido del chiringuito al que ya no aguantamos un comentario más. Y hay que pedir otra cerveza y se hace tarde y el aire acondicionado del bar ya no da más de sí. Y comienza el desfile de aficionados.

Para las tandas de penaltis ya solamente queda el entendido del chiringuito que, además, tiene la osadía de citarnos para pasado mañana que hay ‘un partidazo’.

 
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