Por la boca... Ja sóc aquí

Es evidente que si Josep Tarradellas estuviera en el ahora y el aquí de Cataluña, las cosas serían muy distintas. Un político de una trayectoria –que puede ser discutida- siempre coherente y de un republicanismo y un catalanismo a prueba de vaivenes, pero que supo adaptarse a la monarquía de don Juan Carlos y que integró a Cataluña en la nueva democracia española porque, atento a la realidad y sin dejarse llevar por quimeras absurdas, pensó que eso era lo mejor. Un hombre ejemplar con pasado austero, que vivió un exilio en la pobreza y que hoy estaría muy lejos de la corrupción y mucho más lejos de los corruptos.

Tarradellas que ya había sido tildado de traidor e incluso expulsado de Esquerra, partido que había ayudado a fundar y del que fue secretario general, nunca abdicó de su catalanismo, un catalanismo racional y en el que abogaba por la autocrítica, lejos de los victimismos actuales y que quería una Cataluña integrada en España y colaborando con el gobierno de Madrid.

‘Ja sóc aquí, para trabajar con vosotros por una Cataluña próspera, democrática y plena de libertad’ y hablaba así –lejos de rencores, de divisiones y de enfrentamientos- a los ‘ciudadanos de Cataluña’, hablaran el idioma que hablaran y pensaran como pensaran.

‘La gente se olvida de que en Cataluña gobierna la derecha; de que hay una dictadura blanda que ni fusila ni mata, pero que dejará un lastre muy fuerte’. Alguien que en 1985 hablaba de esa manera, sobre el gobierno de la Generalidad, no sería muy bien recibido ni por la Convergencia de hoy ni por la Esquerra que hace causa común con la derecha separatista.

No estaría de más que alguien, en Cataluña, recordara las palabras de Josep Tarradellas un político de izquierdas, republicano y catalanista sin fisuras, que defendía paladinamente la idea de ‘construir una España y una Cataluña que fueran ejemplo para todo el mundo’.

Vídeo del día

Al menos 16 muertos en el incendio de
un centro comercial en China

 

Un político con vistas al futuro, sin las anteojeras de un separatismo antiguo y sin horizontes. Un político generoso, lejos del cerrilismo de quienes no saben leer ni el presente ni el porvenir. Un político pragmático que sabía subordinar sueños de antes a la realidad de cada momento.

¿Le suenan a alguien políticos cerriles, con anteojeras y sin querer ver la realidad?