Por la boca… Violencia y política

Frente a los actos vandálicos caben dos posturas: minimizarlos o magnificarlos. Este razonamiento que puede parecer perogrullesco es de lo más real y, en cierta manera, lo que está ocurriendo con lo sucedido en Murcia.

La paliza que ha recibido el consejero de Cultura y Turismo del gobierno de aquella autonomía, puede ser una cosa normal y sin demasiada importancia para algunos, o puede calificarse de un hecho grave para otros. Desde quienes le restan gravedad hasta quienes recurren a ejemplos pasados, se ha escuchado de todo.

Hasta cierto punto estas actitudes son normales por cuanto lo que a unos parece excesivo, para otros no deja de ser un episodio aislado sin mayor trascendencia. Decir que ambos pueden llevar razón no es decir nada, pero quizás es estar en lo más cierto y adecuado.

Lo que no es adecuado, una vez más, es la valoración política que se está haciendo del –a todas luces- reprobable episodio. Hemos tenido un fin de semana de declaraciones de unos y otros y, como siempre, esas declaraciones han sido hechas en su inmensa mayoría con la consabida visión electoral o, por mejor decir, electorera.

Minimizar el suceso es un grave error para cualquier político y mucho más para cualquier gobernante. Se trata de unos hechos que, por repetidos, deben ser tenidos en cuenta y valorados en su justa dimensión y eso exige –entre otras cosas- un esclarecimiento total y rápido.

De otra parte, culpar de lo ocurrido a tirios y troyanos –siempre del otro partido- es arriesgado y posiblemente injusto.

Pero en el fondo de todas las declaraciones subyace –y eso es lo peor- un afán por culpar a los de enfrente y buscar el descrédito de tal o cual formación política.

Se quiera o no -o se admita más o menos explícitamente- estamos en plena campaña electoral y no solamente para las elecciones autonómicas o municipales, sino también para las generales. La tentación es muy cercana y la diatriba es fácil.

Pero se equivocan quienes quieren usar un hecho violento contra un político en ejercicio para culpar al otro.

 
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