Por la boca… Los barones

Los líderes de los partidos tienen que estar muy pendientes de lo que dicen ellos, de lo que dicen los barones y de lo que los barones quieren que digan.

Una de las muchas cosas negativas que nos ha traído el llamado ‘estado de las autonomías’ es la batalla interna de los partidos. La lucha entre los llamados barones y el aparato.

Es algo que ocurre en todas las formaciones y que permanece más o menos latente para reaparecer, con en toda su virulencia, cuando se aproximan las elecciones municipales y autonómicas.

En el transcurso normal de la legislatura, esas pugnas quedan soterradas y todo se convierte en sonrisas, abrazos y palmeteos. A lo más, algún desencuentro cuando ‘desde Madrid’ se pretende  domeñar a los barones.

Cuando llega la hora de cambiar al líder o de acudir a unas primarias, alguien saca siempre la cabeza, pero esa cabeza es agachada convenientemente y aquí paz y después gloria.

También se remueven las aguas cuando, tras su nombramiento, el nuevo líder tiene que estar constantemente granjeándose los parabienes de los barones y buscando abiertamente su beneplácito.

Los líderes tienen que estar muy pendientes de lo que dicen ellos, de lo que dicen los barones y de lo que los barones quieren que digan.

En el Partido Socialista  está pasando un poco de todo. Hubo luchas en el nombramiento de Pedro Sánchez; hay cabildeos sobre su gestión y movimiento de la silla más importante de Ferraz. Pero lo que se está desatando, sin excluir lo anterior, es la batalla habitual con autonómicas a la vista y es cuando el líder tiene que poner toda la carne en el asador para conseguir, al menos, que los de ‘provincias’ no incordien demasiado.

Un día serán unas declaraciones que todo el mundo entiende y que posteriormente serán debidamente matizadas. Otro ocurrirá que no se dejará al líder comparecer solo en ‘mi territorio’ o, como ya ha ocurrido en ocasiones anteriores, la ‘prohibición de aparecer por aquí’.

 

También ocurre en el Partido Popular, aunque la diferencia, fundamental, es el despacho en La Moncloa. Cuando se ocupa el despacho ’oval’ es mucho más fácil calmar los ardores de los barones.

Pero el resultado es el mismo. Los partidos y sus líderes, en campaña o no, tendrán que estar muy atentos a los barones y se cuidarán muy mucho de tomar decisiones a sus espaldas o en contra de su opinión.

Si a eso le añadimos las actuaciones, opiniones y consejos de las ‘viejas glorias’ la batalla interna estará servida.

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