Por la boca… En campaña

Lo cierto es que en España casi siempre, por no decir siempre, estamos en campaña electoral. Ningún político da un paso o pronuncia una palabra sin sopesar lo que eso puede significar en votos de más o de menos. Raro es el fin de semana que no hay alguna comparecencia pública, una entrevista en algún medio o unas declaraciones a ‘vuela micrófono’ con el menor motivo.

Pero ahora ya hemos entrado en campaña. No se sabe muy bien si para las elecciones autonómicas y municipales que están a la vuelta de la esquina o para las generales de las que se ignora el cómo, el con quién y el cuándo, gracias a los secretillos de Rodríguez Zapatero.

Pero este fin de semana ha sido espectacular. Nada más y nada menos que la convención del Partido Popular en Sevilla y allí, discursos aparte, ha habido ocasión de tantear la situación interna del partido ahora que el viento de levante, que diría Trillo, de las encuestas parece favorable.

Todo se analiza, desde la ‘espantada’ de Esperanza Aguirre y su gente, que viajaban el sábado por la tarde a Madrid, hasta el abrazo de José María Aznar a Mariano Rajoy, estudiado en comparación al frío ‘toquecillo’ de brazo en Valencia. Y es que desde Valencia ha llovido mucho.

Pero aunque en Sevilla se lleve más el naranjo que el madroño, el oso sí se ha paseado por la convención popular. No se trata de que el abrazo de Aznar a Rajoy tuviera nada que ver con los úrsidos ni mucho menos con el nuevo partido asturiano de Álvarez Cascos (en este caso, más que de osos, hay que decir aquello de ‘lagarto, lagarto’). Es que son muchos los que, incluso dentro de las filas populares, hablan de la piel del oso y de la caza y de la venta de la piel.

Es cierto que las encuestas no pueden ser más favorables y que al lado de lo que dan al Partido Popular lo de Portugal es una broma, pero no es menos cierto que queda mucho tiempo y que pueden pasar muchas cosas y que el Boletín Oficial del Estado sigue en la mesa de José Luís Rodríguez Zapatero.

Bien haría Mariano Rajoy en rebajar un poco la euforia, aplicarse más y continuar con la labor de oposición sin dar nada por ganado.

Porque aquí, ganador, lo que se dice ganador, no se vislumbra más que a Pep Guardiola. Eso sí, con permiso de Valdano, suponiendo -que es mucho suponer- que aún esté el argentino para dar permisos de nada a nadie.

 
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