Por la boca…El discurso del Rey: desmenuzado y triturado

Algo anda mal cuando se hace habitual diseccionar cada palabra que pronuncia el Rey, sus gestos, su entorno y hasta el color de su corbata o las fotos que le rodean.

Cada vez que el Rey hace o dice algo, especialmente en su discurso navideño, la clase política se apresura a realizar el análisis, no solamente del alcance o del significado de sus palabras, sino de si lo que ha dicho responde a los anhelos políticos, partidistas e ideologizados de los “comentaristas” y de sus intereses.

España, aunque algunos quieran demostrar lo contrario, está constitucionalmente establecida como una monarquía parlamentaria y democrática que tiene, lógicamente, al Monarca como Jefe del Estado. Todo lo demás -con independencia de que esa situación pueda cambiarse con los mecanismos jurídicos y constitucionales previstos- son fuegos de artificio y pasatiempos de casino que no conducen a nada útil.

Por eso que unos y otros, además de poner en discusión por ataque o por defensa, la misma existencia de la Institución, pretendan rentabilizar políticamente lo que el Rey diga, no deja de ser extraño, impertinente, inusual y atípico, además de ajeno a los usos de cualquier monarquía democrática de nuestro entorno europeo.

Algo anda mal cuando se hace habitual diseccionar cada palabra que pronuncia el Rey, sus gestos, su entorno y hasta el color de su corbata o las fotos que le rodean.

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Algo no funciona cuando los de un lado se apresuran a la crítica acerva y generalista del discurso y otros se creen en la obligación de defender una intervención del Rey.

Y son muchos los medios de comunicación que antes y después se hacen eco de esa “expectación” absurda y fuera de lugar. En el antes se hacen vaticinios de lo que dirá el Jefe del Estado, cuando no se le invita a referirse a temas concretos o a aludir a situaciones determinadas; en el después, además de dar pábulo a críticas y análisis, se suman a ellos con un afán absurdo.

Y la opinión pública se acostumbra a algo que debería ser desterrado de nuestros usos políticos.

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