Por la boca... Algo huele a podrido en Cataluña

Poner plazos a las decisiones de Carlos Puigdemont es como arar en el mar. Intentar que cumpla las leyes es tiempo perdido y si Mariano Rajoy, coleccionando plazos incumplidos, se carga de razones para aplicar la Constitución, los independentistas se rearman de cara a sus seguidores,y abastecen su arsenal de las quejas y agravios que les infringe una España que no quiere dialogar,por más que ellos, en una muestra constante de buena voluntad, lo intentan.

Porque los independentistas -Junqueras dixit- son buenos, acatan la ley, aguantan desplantes, desafíos y malos modos de España desde hace cuatrocientos años y lo único que pretenden es que la gente catalana decida lo que quiere y que todo vaya mejor en Cataluña. Junqueras ¡santo subito!

El truco consiste en dar largas al proceso porque sin el proceso, Junqueras y Puigdemont y Forcadell y Romeva y tantos otros, no tendrían de qué vivir, al menos políticamente hablando. No viven de la independencia, viven de conseguir la independencia y de decir que se dedican a conseguirla. Son independentistas siempre en camino.

Puigdemont es mentiroso, falaz, artero, traicionero, falsario, hipócrita, embustero, desleal, embollador... Vive del cuento de la independencia y está tomando el pelo a los españoles con el Gobierno a la cabeza. Dice el refrán que se coge antes a un mentiroso que a un cojo. A Puigdemont ya le tenemos cogido todos los españoles menos, al parecer, el presidente del Gobierno.

Vista su eficacia, más que dudosa, cada vez tienen menos sentido los plazos para disuadir a Puigdemont de seguir adelante en su carrera hacia la ilegalidad.

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No dejaría de tener su gracia que quienes pusieran a Puigdemont a buen recaudo...político por supuesto, fueran quienes hasta ahora, equivocados o no, le han sostenido en la presidencia de la Generalidad. Todo y todos huelen mal en el asunto de Cataluña y son muchos los ciudadnos que empiezan a torcer la nariz en Cataluña y en el resto de España.

Lo más triste es que a nadie ha sorprendido la nueva larga cambiada que Puigdemont le ha dado al Gobierno. Se esperaba, estaba cantado ¿de verdad alguien en La Moncloa esperaba un sí o un no, claros y tajantes?

Puigdemont está entre la espada y la pared, lo que pasa es que la espada de la CUP es mucho más certera, al menos hasta el momento, que la pared de la legalidad constitucional.

Y que nadie olvide que cuando algo huele a podrido, en ese olor, influye tanto como la materia prima, el tiempo.