Por la boca… Un libro espejo

Por la boca… Un libro espejo
Por la boca… Un libro espejo

Asuntos como el deterioro de la democracia, la libertad de expresión, el periodismo de investigación, la búsqueda de la verdad o las relaciones de los medios con el poder político y con los grandes empresarios, aparecen en sucesivos capítulos y, es evidente que su actualidad y reflejo en España están fuera de toda duda.

Walter Lippmann, uno de los más importantes periodistas de los últimos 100 años, dejo escrito que: “Las opiniones verdaderas pueden prevalecer tan sólo si los hechos a los que se refieren son conocidos; si no se conocen, las ideas falsas resultan tan efectivas –incluso más- que las verdaderas”.

Martin Baron, periodista norteamericano que fue director del Washington Post hasta su jubilación en 2021, ha publicado un libro titulado “Frente al poder, Trump, Bezos y el Washington Post” que  -en muchas de sus páginas y en gran parte de lo que cuenta- podría trasladarse, sin demasiado esfuerzo, a la situación política española y muy concretamente a la función que desempeñan -o deberían desempeñar- los medios de comunicación de cara a la sociedad y en la formación de la opinión pública.

Cuando un día sí y otro también, desde altas instancias del poder político, se critica y se insulta a profesionales del periodismo o se tacha de pseudomedios a los que pretenden informar de lo que sucede, testimonios y libros como el que ha dado a la luz Baron, son más que esclarecedores de situaciones que se han dado y se dan en países como los Estados Unidos, pero que tienen su reflejo, como en un espejo, en la España actual.

Asuntos como el deterioro de la democracia, la libertad de expresión, el periodismo de investigación, la búsqueda de la verdad o las relaciones de los medios con el poder político y con los grandes empresarios, aparecen en sucesivos capítulos y, si algunos de los postulados o afirmaciones de Martin Baron podían ser discutibles, es evidente que su actualidad y su proyección en España son indudables.

A Baron, desde la dirección del “Post”, le tocó vivir acontecimientos que van desde la primera campaña electoral de Trump o la adquisición del periódico por parte de Bezos, a los problemas de filtraciones de la Agencia de Seguridad Nacional o las interferencias rusas en las elecciones estadounidenses, hasta el asalto al Capitolio tras las elecciones que dieron la Casa Blanca a Biden.

En todos estos hechos Baron refleja, con bastante ecuanimidad, los avatares en los que el periodismo tiene que buscar la verdad y difundirla entre los ciudadanos y en los que, lógicamente, surgen choques con los poderes establecidos.

Opina Martin Baron que, “La misión más trascendental de los periodistas es poner al descubierto las irregularidades de los poderosos”. A partir de afirmaciones como esa, la batalla está servida.

La trayectoria de Trump desde su primera campaña electoral, su paso por la Casa Blanca, sus relaciones con los medios, sus mentiras constantes, los insultos a periodistas y empresarios, fruto de una mentalidad entre populista y dictatorial, puso en peligro la democracia en Estados Unidos y en todo caso rebajó muchos puntos su calidad.

 

Sus relaciones con los medios, personificadas en Bezos, el hombre de Amazon, que en esos años se hizo con la propiedad del “Post”, son un claro ejemplo de lo que no debe ser el ejercicio del poder en relación a la prensa y a la libertad de la que deben gozar los periodistas.

Desde su primera aparición en política, Trump declaró a la guerra a los medios, entre ellos el Washington Post y el New York Times -dos de los rotativos más influyentes en la opinión pública norteamericana- que publicaban informaciones sobre sus andanzas, ya antes de estar en la Casa Blanca.

Trump afirmaba estar en guerra contra esos medios; Baron contestó con una de las frases más famosas del periodismo actual y que se colocó en las paredes de la redacción del periódico que dirigía: “Nosotros no estamos en guerra, estamos trabajando”.

El desprecio absoluto a la realidad de los hechos que practican algunos políticos tiene que ser el gran acicate del periodismo honrado para llevar la verdad a la opinión pública, incluso por encima de los poderosos.

Cuando Trump acuña un término como “la hipérbole veraz” y la define como “una  forma inocente de exageración”, los informadores deben de ponerse en guardia y cuando una consejera del presidente de los Estados Unidos asevera que hay mentiras de los políticos que son “hechos alternativos” las alarmas deberían saltar, porque “los hechos alternativos” al igual que los “cambios de opinión” son pura y simplemente falsedades.

Esas afirmaciones sintonizan –y no deja de ser inquietante- con lo que Rubio, el nuevo hombre de confianza de Sánchez en La Moncloa, dejaba escrito hace unos años en La ética del engaño”: “Los políticos utilizan esta forma de engaño cuando sus votantes les piden que presenten sus propuestas de futuro. Para hacerlo emplean mensajes llenos de vaguedades. El engaño, mediante la omisión de la verdad, tiene  muchas ventajas respecto a la mentira; entre otras, permite obtener los beneficios de hacer trampa evitando sus consecuencias sociales negativas”. 

Baron alerta a sus redactores cuando a la pregunta de por qué ataca a la prensa y a los periodistas, Trump responde sin ruborizarse: “lo hago para desacreditaros, así cuando escribáis cosas negativas sobre mí, nadie os creerá”.

En el Post llegaron a cuantificarse -por un equipo dedicado a ello- el número de mentiras de Trump y las cifras son escalofriantes. Un redactor decía: “Trump es el sueño de un verificador de declaraciones, pero también su pesadilla”.

Que la democracia muere en la oscuridad es algo que debería estar en el pensamiento de los hombres públicos y presidir la conducta de los políticos, pero ya que ellos parecen estar lejos de ese planteamiento, tendría que ser la consigna del buen periodismo.

Una de las conclusiones más importantes de Martin Baron es que: “La prensa en nombre del público debe vigilar la falta de honradez, la confabulación o la inmoralidad, aunque esas conductas no se ajusten a los patrones de un enjuiciamiento criminal”.

Por eso Trump afirmó que “si una cosa no es delictiva, es aceptable”.

Y la España de hoy… tan lejos y tan cerca. 

La carcajada: Sánchez (jeremíaco él) constata en el Comité Federal “lo duro que es dedicarse a la política y tener el honor de presidir el Gobierno, aunque sea particularmente injusto para tu mujer, tu madre o tu hermano”.

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