Por la boca… Metáfora del curriculum como un cohete y la economía en el fango

 “Algo tendrá el fango cuando lo bendicen”

(apócrifo del acervo popular)

Es lo que tienen las entrevistas de Sánchez en los medios que “no son pseudomedios” que -pese a la voz meliflua y la dicción pausada y los ojos entornados a punto de la lágrima contenida, las protestas de inocencia y de buena fe, la enumeración de éxitos y la defensa a ultranza de los objetos del amor- no dejan de ser un lío, una amalgama de mentiras y vaciedades de difícil comprensión. Y todo se mezcla y se confunde. Y no se sabe si se alude a los historiales académicos excesivamente adobados y demasiado rápidos o a la economía del país y de los ciudadanos, cada vez más deteriorada.

El DRAE define fango como “lodo glutinoso  que se forma generalmente con los sedimentos, térreos en los sitios donde hay agua detenida”. De lo que se deduce que para que haya fango y se pueda embadurnar la fama y el prestigio de las personas con ese fango, se necesitan elementos previos que deben existir para que el fango haga su aparición.

Cuando lo del fango se convierte en una metáfora y toma carta de naturaleza en la política y con ello se quiere indicar que alguien, con máquina o con medios manuales, utiliza el fango para emponzoñar, se requiere que previamente con razón o sin ella, presunta o no presuntamente, haya materia prima para que se pueda formar el fango que ensucia famas y desprestigia honores.

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Del fango no se puede decir aquello de que ni se crea ni se destruye, se puede destruir, pero no se puede crear de la nada; el fango no aparece como por arte de magia, porque siempre, presuntamente o no presuntamente, tienen que existir, los sedimentos terrosos en forma de actuaciones más o menos vituperables y el agua detenida con apariencia de lucros económicos o no, más bien turbios. (Todo presuntamente, por supuesto). 

Es lo que tienen las entrevistas de Sánchez en los medios que “no son pseudomedios” que -pese a la voz meliflua y la dicción pausada y los ojos entornados a punto de la lágrima contenida, las protestas de inocencia y de buena fe, la enumeración de éxitos y la defensa a ultranza de los objetos del amor- no dejan de ser un lío, una amalgama de mentiras y vaciedades de difícil comprensión. Y todo se mezcla y se confunde. Y no se sabe si se alude a los historiales académicos excesivamente adobados y demasiado rápidos o a la economía del país y de los ciudadanos, cada vez más deteriorada.

Para destruir el fango, lo mejor es el agua clara, dejar correr el agua estancada y a la vista de todo el mundo demostrar que el fango no era tal y si hay que acudir a un juez -para que dilucide las dudas y deje claro de una vez por todas y para siempre que ni ha habido fango, ni sedimentos térreos y mucho menos agua detenida- se acude y el fango desaparece como por ensalmo.

Recurrir constantemente al recurso de la presencia y utilización del fango, no conduce más que a otorgarle una carta de naturaleza que no merece, porque además es “glutinoso” que -también en definición de la RAE- es algo pegajoso y ya se sabe que de lo pegajoso, siempre quedan restos que aparecen cuando uno menos se lo espera.

Lo necesario es que el agua corra, transparente, potable y con peces que viven en ella tan a gusto y menos escaparates y menos gimoteos. Y si hay mentiras, calumnias o intentos de difamación, se acude al código penal, se busca en el índice y allí aparecen los tipos de delito para que los jueces, sin fango en las togas ni en las puñetas, dejen el fango en los sitios de los que nunca debió salir. 

Porque tanta alusión y mención al fango empieza a oler mal.

Incluso llega el olor al cohete en el que va la economía española gracias a Sánchez.

La carcajada… Dicen los de Belarra en relación a la libertad de información y de opinión, que “los ciudadanos deben conocer los intereses económicos de quienes contribuyen a la formación de la opinión pública” y que los periodistas deben de hacer declaración de bienes.