Por la boca… Los presidentes autonómicos no salen de La Moncloa igual que entraron, salen mucho peor.

Es fácil saber qué es lo que pretende Sánchez con estas entrevistas y lo que está consiguiendo. Airea la figura del anfitrión que recibe magnánimamente en “su casa” y que en todo momento es el poderoso, y el que puede decir “aquí mando yo”. Oxigena la imagen de conciliador y de dialogante y, además, blanquea  -como mínimo tiñe de gris- la felonía que ha cometido con las prebendas a los separatistas catalanes y vascos.

Con esto de las citas de Sánchez -en las que recibe sonriente para la foto a los presidentes autonómicos- siempre hay que aguantar la misma monserga de los visitantes que se colocan delante de los micrófonos, para decir que están decepcionados, que Sánchez no les ha dicho nada, que se han opuesto a lo de Cataluña, pero que salen igual que entraron.

Pues va a ser que no. Salen mucho peor que entraron, porque salen con las orejas gachas porque se saben engañados, porque han ido simplemente para que Sánchez se haga una foto y para que pueda decir que recibe a todos y que tiende la mano a todos y que su talante es negociar con todos.

Y como eso es mentira, los visitantes salen, frustrados, ninguneados, embromados, fotografiados en su propia trampa y con la sensación de disminuidos políticos ante el anfitrión.

Parecen cortitos de luces, en el sentido de ir a La Moncloa con las luces cortas, esas que no dan para más de unos metros, y sin saber muy bien qué es lo que hacían allí sentados y sonriendo al sátrapa que les dio la orden de acudir a tal sitio, tal día y a tal hora.

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Es muy difícil saber qué es lo que pensaban que iban a conseguir los Moreno, los Rueda, los López Miras, los Mazón o los  Fernández Mañueco, porque hasta Ayuso, que es díscola, y que ha dicho que solamente iría si se hablaba de lo que ella quería y, suponiendo que así fuera, lo más que iba a conseguir sería un monólogo.

Para esas ganancias, el viaje a La Moncloa estaba de más y no se entiende (o a lo mejor sí) que después de tantas reuniones con  Feijóo y de tantas juramentaciones de unidad, esté pasando algo como lo que hay que ver los viernes de las citas. Y todo, hasta que Sánchez quiera, como Sánchez quiera y de las maneras que Sánchez quiera.

Y es que aquello de  lo de “tontos útiles”, empieza a rondar las mentes de muchos ciudadanos. 

Lo que sí resulta fácil es saber qué es lo que pretende Sánchez con estas entrevistas y lo que está consiguiendo: primero airear la figura del anfitrión que recibe magnánimamente en “su casa” y que, en todo momento, es el poderoso, y el que puede decir “aquí mando yo”, y esa situación le escenifica con toda solvencia. Después, oxigena la imagen de conciliador y de dialogante y, por último, blanquea  -como mínimo tiñe de gris- la felonía que ha cometido con las prebendas a los separatistas catalanes y vascos de derechas o de izquierdas, que de todo hay.

P.D Lo de Page merece capítulo aparte. Y sus críticas, su dureza y sus declaraciones censurando y denostando la acción de Sánchez, empiezan a merecer una frase como aquella que le dedicó el viajero, a la máquina de tren que resoplaba en la estación y hasta “presumía” de la potencia del vapor: esos c…..s en Despeñaperros.

O sea, menos verborrea presuntamente indignada y esos c…..s en las votaciones de los diputados socialistas de Castilla-La Mancha en el Congreso.

La carcajada… Dice López, el ex del gabinete de La Moncloa, que dicen que fue cesado y catapultado a un ministerio, por mostrar poco entusiasmo en la defensa de Gómez: “Un suponer, una audiencia provincial le pide a un juzgado la instrucción, que se remita toda la causa para decidir. El juzgado no envía todo y, en concreto, no envía ni menciona un documento muy importante para resolver. Blanco y en botella”.

Un suponer de mucho supuesto.