Por la boca… Los tiempos de Rajoy

Sus detractores le acusan de no hacer nada, de pasividad, de verlas venir y hasta de vagancia política. Sus seguidores admiran en Mariano Rajoy su ‘galleguismo’, su paciencia y su sabiduría para saber medir los tiempos.

Un político que nunca se altera y que jamás toma una decisión precipitada siempre es un valor y eso nadie se lo puede negar a Rajoy. El problema salta a la opinión pública cuando de las paciencias y las esperas, no se ven surgir soluciones y hasta se atisban problemas.

Para unos, la gresca interna de Podemos, la desunión del Partido Socialista o la indefinición endémica de Podemos, son bazas que han surgido de la manga del prestidigitador de La Moncloa. Para otros, el responsable de lo que está pasando en ayuntamientos como los de Madrid, Barcelona o Cádiz, la posibilidad de tener unas nuevas elecciones, si Sánchez se hace con el PSOE, o la fuga de votos de la derecha hacia Ciudadanos, son pecados de Mariano Rajoy.

El presidente del Gobierno tiene fama de hombre tranquilo que maneja perfectamente los tiempos y que practica una política de paciencia y de ver pasar cadáveres, lo que ocurre es que mientras el arroz está en el fuego sin que nadie lo retire, puede pasarse.

De hecho, parece que el arroz de Cataluña se le ha pasado a Rajoy. Son muchos años de agarrase al clavo ardiendo del referéndum que no puede hacerse porque es ilegal, a la cantinela de que la soberanía reside en todos los españoles, al soniquete de que se va a cumplir la ley que es igual para todos. Pero lo cierto es que el referendum –de broma o de guardarropía- se hizo, que se va a hacer otro- tan de guardarropía y tan de risa como el anterior- pero se va a hacer. Y el último episodio de la Vicepresidenta en el AVE a Barcelona, en plan negociador y apaciguador ha sido un fiasco.

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Cuando se quieran tomar medidas en Cataluña, será tarde y tendrán que ser mucho más graves que las que se podían haber tomado hace años. Los independentistas, ilegales o no, van paso a paso cubriendo objetivos y desbaratar lo conseguido –aunque haya sido sin soporte legal- no va a ser agradable ni fácil.

En política dejar pasar el tiempo puede ser una táctica válida, pero cuando el tiempo se pasa, es un error.