Por la boca…El timo de los cambios de ministros de Sánchez

Los nombramientos, las dimisiones, los ceses, los destierros, los premios y los castigos que, con demasiada asiduidad, nos brinda Sánchez con sus cambios de ministros, son cualquier cosa menos políticamente normales.

Decía Suárez en uno de sus magníficos discursos aquello de “elevar a la categoría política de normal, lo que a nivel de calle es simplemente normal”. Como los discursos (o lo que sean) de Sánchez, están llenos de mentiras y de “la nada”, no es fácil parafrasear ninguna de sus intervenciones, pero sí se podría afirmar que está logrando elevar a políticamente normal  lo que a nivel de calle es simplemente anormal.

Los nombramientos, las dimisiones, los ceses, los destierros, los premios y los castigos que, con demasiada asiduidad, nos brinda Sánchez con sus cambios de ministros, son cualquier cosa menos políticamente normales.

Eso de que hay dos gobiernos -uno el que heredó Díaz de Iglesias y otro el de Sánchez- puede ser cierto en cuanto al funcionamiento, pero el único responsable, con su firma, de que ciertos seres estén en la mesa del Consejo de Ministros -incluidos esos ministros (perjuros no, porque no juran, en todo caso “perprometedores”) que dicen eso de con lealtad al Rey y antes de salir de La Zarzuela, hablan de monarquía corrupta y de que hay que acabar con el Monarca por los métodos más guillotinescos- es Sánchez.

Ministros que dimiten por motivos –hasta de fraude académico- por los que otros (ni siquiera el presidente/doctor) no se marchan del Gobierno; ministros que abandonan el cargo sin que se sepa la razón; ministros que son destituidos y que se convierten en apestados; ministros cesados que lucran inmediatamente una presidencia parlamentaria o una fiscalía de alto copete o viajan a embajadas privilegiadas; ministros fracasados que se van a Europa o se presentan a elecciones autonómicas; ministros que se alejan entre el más absoluto de los desprecios por parte del que les nombró y ministros que se despiden entre aclamaciones ridículas y admiraciones de su mentor.

Y de cara a los ciudadanos esos ceses, dimisiones, defenestraciones, o elevaciones posteriores, son presentados por Sánchez con toda naturalidad, cuando no calificados de decisiones tomadas por el bien de la ciudadanía e incluso como signo inequívoco del respeto congénito por la democracia, de quien está en La Moncloa.

Una vez más, falso de toda falsedad. Ya son muchos los cambios como para que cuele la conseja que se pretende difundir como normal.

Los cambios de ministros son producto, única y exclusivamente de la conveniencia personal de Sánchez. Unos le estorban, otros ya no le sirven de coartada, los de más allá le ayudan a tapar vergüenzas e incluso algunos marchan a puestos de mayor relevancia y pretendida neutralidad, en dónde siguen al servicio del jefe.

Son idas, entradas, dimisiones, salidas, ceses y nombramientos, que retratan al responsable.

 

Y la foto no es que salga movida, es que resulta una vergüenza.

La carcajada: Dice Sánchez a propósito de la dimisión de Castells: “La admiración que ya sentía, es aún mayor al verle trabajar”.

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