Por la boca… Más de nada

Si alguien se entera de algo de lo que dice Mariano Rajoy en sus escasas intervenciones públicas, que levante la mano. Una cosa es ser poco dado a las alharacas, a los devaneos informativos -o no ser muy proclive a las expansiones verbales- y otra es decir sin decir, hablar sin informar y basarse en ambigüedades continuas para salir del paso y parecer que parece sin parecer.

Podríamos aplicar aquello del personaje de la novela de Eça de Queiroz titulada 'El conde de Abranhos' en la que el autor portugués dice de uno de sus personajes que en su lengua era más común la banalidad que la saliva.

En cuanto al presidente del Gobierno ya estamos acostumbrados a los 'haremos lo que haya que hacer', 'buscamos lo mejor para España', 'la situación es la que es' etc. Aunque nunca sabemos si hemos tocado fondo, sí sabemos, un día, que no va a haber arreglo en esta legislatura y al siguiente que se crearán puestos de trabajo y la economía mejorará. Además todo conjugado siempre en futuro. Nunca el 'hemos hecho', siempre el 'vamos a hacer' o el 'haremos'.

Últimamente y hablando de los déficits de las autonomías, nos hemos enterado por boca del jefe del Ejecutivo, que se hará un reparto equitativo, que todo se hará bien y que habrá pacto, 'entre otras cosas porque es nuestra obligación'. Hay que reconocer que para explicación es poca y para razonamiento pobre.

Es evidente que el fuerte de Mariano Rajoy no es la claridad en lo que dice ni la contundencia en lo que afirma.

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En Génova son muchos los que se desesperan –y apenas lo ocultan- ante tamaña tomadura de pelo. Son muchos los que opinan que la política de bajo nivel informativo no es la más apropiada ante la actual coyuntura y no son pocos los que piden otro tono en las declaraciones. Y aunque los ministros son más parcos en sus opiniones, tampoco faltan quienes afirman que una cosa son los rifirrafes con la oposición -los miércoles parlamentarios- y otra muy distinta las comparecencias ante la opinión pública.

Confundir el aplomo con el decir sin decir, la contundencia con las frases vacías y terminar casi todo con un '¿o no?', es, cuando menos, poco respetuoso con el interlocutor. Y no hay que olvidar que el interlocutor son los casi 47 millones de españoles que, estén en la situación que estén, tienen derecho a esperar más del presidente de un Gobierno que goza de mayoría absoluta.

Entre la oposición que se empeña en argumentos del siglo XIX y un Gobierno que ni siquiera ha llegado a la información del XXI, estamos apañados.