Por la boca…Putada ¿Para quién?

Pero una vez convocada, y ya que se tiene conciencia de que es una putada, convendrá detenerse a pensar para quién o quienes lo es, entre otras cosas porque son muchos los estamentos implicados, diversos los objetivos y distintas las consecuencias para cada quién.

Los protagonistas son los convocantes pero ni UGT ni CC.OO. las tienen todas consigo. Un sindicato se juega mucho en una huelga general y visto el ambiente no parece que la idea llegue en el mejor momento.

Asistiremos a la guerra de cifras, pero el fracaso de seguimiento o un seguimiento escaso puede ser la muerte definitiva del sindicalismo en España, un sindicalismo que está agonizando desde hace años. En ese caso, la huelga general se convertiría en una ‘gran putada’ para los convocantes.

El Gobierno de Rodríguez Zapatero quiere mirar para otro lado. El presidente ya ha dicho que sea cual sea el resultado, al día siguiente se pondrá a dialogar con los sindicatos. ¿Con unos sindicatos -en caso de triunfo- que siendo de su misma cuerda le han puesto contra las cuerdas –valga la redundancia- de un paro frente a su gestión en materia económica y laboral? ¿Con unos sindicatos –en caso de fracaso- sin la menor representatividad ni fuerza entre los trabajadores? Se mire desde el prisma que se mire, la huelga general es una ‘gran putada’ para un Ejecutivo, y más si es de izquierdas

Aunque la huelga fracasara -y pudiera parecer un respiro para el Gobierno de Rodríguez Zapatero- el trago no se lo quitaría de encima en lo que queda de legislatura. Para demostrarlo está la situación, previa y posterior a la huelga, del ministro Corbacho.

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Y los ciudadanos. Los grandes perdedores en cualquier huelga, pero mucho más en esta, que ni está ni se la espera, al menos en lo que se entiende en el mundo occidental por huelga general y sus reivindicaciones y consecuencias. Una ‘gran putada’ para la inmensa mayoría que quiere trabajar -si es que no está en el paro- y que tendrá que sufrir, aunque fracase el llamamiento, desde los piquetes informativos en la puerta de los grandes centros de trabajo, hasta la silicona, ‘no menos informativa’, en los cierres de sus negocios.

Una huelga mal planteada que no se resolverá bien sea cual sea el resultado. Inoportuna y no querida por nadie. Una huelga de andar por casa. Una huelga que en ‘bata y zapatillas’ organizan unos sindicatos, títeres del Gobierno, que les ha usado como marionetas. Una huelga que ni beneficia a nadie ni tampoco perjudica a nadie –incluida la oposición- desde el punto de vista laboral. Una huelga que no va a servir de nada, entre otras cosas porque no tiene ningún objetivo y porque hasta la protesta queda difuminada en intereses partidistas y políticos.

Lo dicho, que Fernández Toxo lleva razón: una ‘gran putada’. Y es que a lo mejor el sindicalismo de video (¿cuánto ha costado?) que tenemos en España ya no vale ni para los propios sindicalistas, que diría Fidel Castro.