Cargarse al santo (la monarquía) por la peana (el rey emérito)

Pedro Sánchez y Juan Carlos I, en una imagen de archivo.

Resulta bochornoso que quienes siempre han predicado que los desmanes personales no tienen por qué afectar a las organizaciones y mucho menos a las ideologías, aprovechen cualquier presunto error de alguno de los miembros de la realeza para intentar derribar la Institución.

Los antimonárquicos -que apenas renuevan sus argumentos y sustentan sus pretensiones republicanas en razonamientos antiguos, apolillados y más que trillados- aprovechan cualquier situación, por dramática que sea, para arremeter no contra una persona en concreto a la que se la supone un obrar reprobable, sino para intentar cargarse toda una Institución y, lo que es más grave, el sistema político y las estructuras de organización que nos dimos todos los españoles.

Resulta bochornoso que quienes siempre han predicado que los desmanes personales no tienen por qué afectar a las organizaciones y mucho menos a las ideologías, aprovechen cualquier presunto error de alguno de los miembros de la realeza para intentar derribar la Institución.

Y no es menos vergonzoso que quienes, desde las redes sociales y a través de sus terminales mediáticas, censuran agriamente a quienes se permiten criticar la actuación de Sánchez, en aras de una pretendida unidad por la situación que estamos viviendo, se permitan atacar al Rey y a la Monarquía porque el Rey emérito tenga puestas en tela de juicio algunas de sus actuaciones.

La realidad es que quienes desde el gobierno y fuera de él, han hecho del cambio de régimen, de sistema y de situaciones ya consolidadas, su razón de ser y una de sus pocas e inamovibles propuestas a los españoles, se han lanzado en tromba, cacerolas en mano a -utilizando de peana de don Juan Carlos- acabar con Felipe VI y con la monarquía como régimen constitucional de España.

Vídeo del día

Al menos 16 muertos en el incendio de
un centro comercial en China

 

Pero ofrecen poco. Primero porque la historia de España en cuanto a repúblicas se refiere, proporciona pocos argumentos positivos. En segundo lugar, porque le realidad de las repúblicas comunistas que tanto defienden y por las que suspiran, tampoco son paraísos en los que pueda recrearse un gobierno aunque sea socialcomunista.